Vaivenes

y entonces por fin  asumió que no todo aquello que cuesta vale en verdad la pena. 
Dicen que amar nos vuelve perseverantes, a veces tercos, poco curiosos... quizá vulnerables, pero no es el amor lo que nos lastima sino la inestable ambición de unificar diferentes cuerpos; de entrelazar ambas almas cuando solo una de ellas decide adaptar sus vuelo, mientras discurren ideas, pasiones,preguntas... miedos; millones de interrogantes y un par de alas cobardes que osan subestimar el suelo...
Relojes con prisa, hamacas inquietas, silencios... sollozos poco oportunos, el caprichoso azar y el anticipado adiós; un redundante vaivén que vuelve a cerrar las puertas del inconsistente sendero...


Furtivos, intensos... escasos

"Yo te quiero", le dijo ella... "Yo también te quiero", replicó él y nunca antes había sido la semejanza tan desigual. Él sin duda la quería; ella, en cambio, lo quería a él...
Inviernos, otoños, veranos osaron discurrir con prisa por sus agendas, mientras la vida seguía su curso, sin preguntarles jamás... sin esperarlos...
Habría adoptado su diario, su voluntad, sus defectos; mas solo copartían ratitos; escuetos, fugaces (chiquitos).
Jamás le sostuvo su mano ni la abrazó por la espalda; no hubo cine,  ni flores ni eventos; siempre palabras, susurros... momentos. El desde luego lo sabe (lo aprueba); ella también lo sabe, más no se resigna y espera...
Tantísimas veces se alejó de él y se juró olvidarlo o al menos, tal vez, aceptar. Más nunca se fue del todo, nunca logró dejarlo... Sin prisa y con calma vuelve a esperar esa voz y se aventura a soñarlo. El ni siquiera sospecha; ella en silencio lo acepta, para volver a negarlo. Pero sus pausas no duran, tampoco sus no... y vuelve el reloj a juntarlos,  con plena pasión (sin testigos); siempre en oscuros rincones, sin proyección... tan furtivos...
Una y mil veces amará a Joaquín, cuando pensar y sentir discurran a contramano, y decidirá aceptar, sin más, solo esos ratos discretos, poco prudentes (y escasos). y le dirá "te quiero" y escuchará un "yo también", sin atreverse, jamás, a cambiarlo...



Bis...

Al cabo de algunos días volvió a asomarse... Juró y re juró que ya no lo haría y en cambio... Volvió.
Era distinto, sabía y sin embargo... Idéntico era el dolor...
La misma ventana a la misma altura; un poco más alto, el mismo escalón. Respiró hondo y se armó de coraje. Escaló con paciencia y entró.
El cuarto aún estaba oscuro, tal cual cómo lo dejó y percibió otra vez ese frío; ese helado susurro que una vez más la atrapó.
Cruzó por aquella puerta y se sentó en la cama; miró de reojo ese hueco, detuvo su aliento y lloró... Casi un millar de imágenes se aventuró en su frente y junto a cada recuerdo se le empañó el corazón... Volvió a sentir el vacío que también sintió aquella tarde, cuando arrojó ese libro; la misma tristeza... El mismo temor.
Estuvo unas horas mirando ese hueco, el que cubría la alfombra que jamás destapó... Se le cortaba la voz mientras juraba en silencio y en cada suspiro repitió su nombre y junto a sus letras... Un no...
 Flaqueaban sus piernas, dudó su coraje,  temblaba de miedo... Y amor.....
Supo al pasar unos días que ya no debía intentarlo... La más dulce de sus sonrisas quedó sepultada en la alfombra; sus ilusiones y sueños se ahogaron sin tregua en ese agujero infinito, sin sol...
Se puso de pie y regresó a la ventana, mientras volvía a jurarse que ya no cabía otra opción.... Habría entregado sus noches por encerrar sus recuerdos, junto a esa misma cama, a un lado del mismo hueco... Junto a ese helado refugio que supo asfixiar su pasión...
Odiaba las despedidas, más nada podía evitarlo; no habría tenido elección... Tras superar la primera, se aventuró a la segunda y lentamente... siguió... La cuarta, sin dudas, fue  muy difícil, la que más dentro suyo caló. No había rencores, ni enojos;  sólo tristeza, cariño y el más demorado adiós....

...


Por ejemplo, su mano en mi espalda; por ejemplo, sonrisas y sueños...
Por ejemplo, su ausencia y mi pausa; por ejemplo, nostalgias y miedos...
Por ejemplo, silencios y puertas; por ejemplo... Que me echo de menos...
Por ejemplo, su nudo en mi pecho; por ejemplo, mudismos... Eternos...

Burbujas...

Entonces,  un día cualquiera y de pronto,  tu cuerpo luce distinto; te pesan las piernas, la voz, e inoportunos senderos decoran, con algo de prisa y tesón, el marco de tu mirada.
Con cierta resignación te ponés de pie, tras la monótona queja que a penas discurre en tus labios. El cruce con el espejo es letal, pero inevitable, como ese surco nuboso que con perseverante elegancia delinea un contorno ovalado.
Los días son poco variados: trabajo, extras... gimnasio. Más de una vez por semana organizás una cena; volvés a reir con amigos y entonces, tan solo por unas horas, sos quien en verdad querés ser, sin duda,  tu mejor versión... casi sin darte cuenta...
Y por fin... viernes: ¡Llegó el finde! ¿Salir o descansar? Quisieras dormir 3 vidas, o 4, si acaso tuvieras tiempo. Conjugas ambas alternativas y, en un feroz ímpetu de añoranza, te vas a ver a los viejos, en bondi... La ruta es tan larga como ineludible y no te preocupa: lees, escuchas música y las otras 3/4 partes del viaje son para meditar "detalles" que te hacen pensar... un poco...
Y finalmente llegas, tu vieja te está esperando (siempre lo hace), incluso lo más probable es que cuando entres a casa (su casa), ya esté la pava en el fuego para cebarte unos mates. Y vos feliz, obvio, porque no importa cuan grande ya seas, nunca se es tan mayor para rechazar ciertos mimos. Te sentás a su lado, un rato, y hablas de todo, sin respirar; a  ella también se le olvida. Entre tanto, insistís con la misma puertita, reiteradísimas veces... Cada sabor te transporta: nostalgias... recuerdos... y entonces, antes de que la culpa te rememore la dieta, lo ves a entrar a papá (al viejo), con esa mirada tan dulce y esa pisada... más lenta... El calendario golpea tu hombro y pesa, con fuerzas, en cada rincón de tu espalda. Los años son crueles a veces... perversos; te obligan a parpadear, sin dudar, para ocultar que, otra vez, esa basurita tenas volvió a entrometerse en tu ojo... y  le sonreís, feliz, y le explicás (sin hablar) lo mucho que lo has extrañado...
El finde se escapa discreto pero antes, libera decenas de voces;voces que jamás se dicen y voces que... aturden, en el más excesivo silencio...
Cada regreso es igual: largo; pero ahí no hace falta disimular; la basurita vuelve contigo.
La llegada a casa (tu casa) es un baldazo helado que te sorprende (y te asusta).  Te tomás unos minutos. Siempre es igual: mezcla de pena y melancolía, mientras llamás a mamá, para avisar que llegaste, y agradecerle, otra vez, por lo que hizo estos días,  aunque de memoria sabés, que la razón de ese "gracias" excede este fin de semana.
Y  estás nuevamente ahí, frente a ese reflejo feroz, junto a un montón de metáforas. Te hablás (te aturdís). Solo estás vos y tu yo que grita, a viva voz, que esa vida que vives no es como lo planeabas.  Comienza la discusión con ese gen adversario y entonces, minutos antes de dimitir, entre renuncias y treguas, algo detiene tu voz (y tus lágrimas) y te decidís a creer, te permitis intentar que aquella burbuja, fugaz, logre crecer y durar (pueda volverse real), mientras perduren tu fe y tus ganas...


Hasta siempre, adiós...

Se levantó decidida y de un enèrgico salto, salió... Caminó muy de prisa, no quiso mirar por su hombro y, simplemente, avanzó.
¿Estaba segura? No.  Pero jamás lo había estado y, en cambio, sabía, sería lo mejor...
Lo había intentado ya cientos de veces, lo había ensayado e incluso... Había escrito y borrado sobre ese único guión...
Los últimos pasos fueron los más difíciles. Volvió a preguntarse si acaso era eso lo que quería. Un monosílabo opaco le respondió.
Recordó una y otra vez cada escena, repasó en 3 minutos todo el libreto, coma por coma; renglón por renglón.
La puerta siempre encimada y la ventana,pequeña, siempre a medio cerrar. En cada peldaño volvió a meditarlo y al ingresar a ese cuarto se le cortó la voz.
Una vez más, frente a sus ojos; donde aquella última vez lo dejó.
 Respiró muy profundo y acarició su mejilla, mientras juraba  (enojada) que ya no lo volvería  hacer...
Temblaba su pulso, sudaban sus dedos. Se sentó lentamente y volvió a tomarlo en sus manos; una mirada escéptica y triste la acompañó.
No podía evitarlo... ya no.
Con actitud decidida se puso de pie y, sin dudarlo, siguió. Se arrodilló lentamente y retiró la alfombra, aquella que tantas veces pisó. Un aire helado le acarició la cintura y sin consultar, la abrazó.
Estaba oscuro allí abajo... Respiró muy profundo y entre provocadores flashes, por fín, se atrevió: tomó el gran libro con ambas manos y sin murmurar, ya sin dudarlo siquiera, lo arrojó...  No se escuchó ruido alguno y pese a su enorme esfuerzo, tampoco lo vio...
Cubrió nuevamente aquel hueco con esa misma alfombra y con idéntico ímpetu se puso de pie, y salió. Dio media vuelta solo para a mirar ese cuarto; la seductora ventana y ese cobarde escalón...
La vuelta a casa  fue más pausada, más lenta (no lo advirtió). Un aire difuso recorrió su espalda y una nostálgica brisa le abrigó el corazón... Cerró nuevamente sus ojos y acarició sus mejillas... Ya nada podía hacerse; allí no cabía "hasta luego", aquello había sido un adiós...

Enfoques

No importa cuánto nos duela el adiós, cuan hondo se cale el sentido; el eco opaca su voz, el mundo no evita el destino: su eje resuelto y usual lo invita a girar, sin parar, con homónima intensidad ( idéntico afán), desvergonzados ruidos. El desafío es, quizá, ese capricho (mordaz) que nos sugiere encajar, con todos nuestros desvíos...
El tiempo nos hace pensar y nos invita a buscar, para volver a encajar y así, ya sin dejar de girar, nos atrevemos a ser porque, mucho mejor que vivir, es que nos sintamos vivos....

Colinas... caminos...

Entre colinas y rutas perfeccionó su bosquejo, día tras día, noche tras noche y vez por vez...
Sus ojos guiaron sin prisa cada pisar en sus pasos y una monótona curva delineó con ternura sus labios, a toda hora, en cualquier lugar. Solo tomó precaución frente a imprevistas neuronas: en tan onírico duelo no hubo hueco para la razón.
De pronto ... Decenas de flashes inquietos reorganizaron el tiempo, esa ambición tan furtiva que nunca aprendió a esperar; agujas tan poco audaces no osan admitir sobornos y ya no lo pudo evitar: Descalza, frente a la misma ventana, con las mejillas ya naufragas de tanto nadar, volvió a reencontrar ambas tapas...
Aturdida por el silencio abandonó una vez más aquel cuarto; deambuló sola y errante durante largas horas, entre un millar de personas y decidió no pensar... Solo esgrimió con certeza lo único que siempre fue claro: hay que saber esperar...

Tic- Tac

Todo sucedió muy rápido, bastante más de lo que fue capaz de evocar... Escuetas palabras, alguna sonrisa..  Un par de silencios y, una vez más, su tan austera memoria,  en quien sabía, no era posible confiar...
Miró el pequeño cajón : permanecía abierto.  Decidió no cerrarlo  y, en cambio,  tomo el gran libro con ambas manos. Aquella fue  la primera vez, desde que conoció ese cuarto, inquieto y Oscuro.  
La escasa paciencia apuró su historia; la colección de metáforas se evaporó de repente y  entonces, junto a un millar de  preguntas, ella dejó de escapar...

Atchís!

Muchas veces, la vorágine diaria, las exigencias, las responsabilidades y por qué no las manías, nos impulsan a vivir, como si estuviésemos en medio de una maratón... (y, desde ya, sin premio alguno por llegar primero)...
¿Les cuento algo? El cuerpo, esa máquina en apariencia tan perfecta, en realidad, no lo es; tiene fallas y  siempre- y a modo de "souvenir"- recibe todos y cada uno de nuestros impulsos nerviosos, sean estos conscientes o inconscientes... A veces, tenemos la fortuna de recibir señales de alerta; otras, directamente, no hay tiempo...
A lo largo de mis escasos (?) años he tenido que ver cómo personas muy queridas (y sanas) sufrían por cuestiones que, al parecer, excedían su voluntad (y sus ganas). Hablo de gente que amo y que hoy no soportaría perder...
Ojo, yo también soy una de esas maratonistas de la vida, terca y bastante obsesiva que, solo a veces (y la fuerza) se me da por reflexionar...
Disculpen este arranque de sinceridad extrema, pero necesitaba compartirlo ... Por si acaso otro de los corredores, se quiere sentar un ratito..
Es tan simple como Sonreir, soñar, amar, equivocarnos (sin dejar de intentarlo) . Se trata de ser MUY felices con las personas que más queremos y NUNCA, JAMÁS, permitir que algo insignificante nos prive de lo único valioso que tenemos: La vida.

Dialécticas

Sabía que estaba ahi, siempre lo supo. Fingía que no lo veía pero ello, pese a su voluntad, no lo volvía invisible. 
Se recostó sobre su cama y permaneció así... un momento. Al cabo de unos minutos optó por hacerlo:  abrió de una vez el cajón y liberó el libro. La adrenalina recorría su piel y a penas podía domarla. Decidió rendirse, una vez más a esa colección de palabras que, sabía, no relataba una historia sino que, más bien, saturaba de retórica decenas de páginas blancas.
Reconocía el peligro que representaba tenerlo tan cerca... También su debilidad por las metáforas (y los paréntesis).  Tendría que haberlo devuelto a aquel cuarto,aquella tarde, en lugar de ocultarlo en ese cajón que, sabía, no la protegía.
El vaivén de cada línea onduló su firmeza y la mudó de rectángulo y, aunque era un espacio habitual, improvisó cada punto y cada línea, sin programar la cohesión.
Sucumbió ante el manuscrito sin prisa, ni pausas; se dejó vencer por la dialéctica. Sus libros no eran equivalentes o, quizá, era ella quien no lo admitía...
Luego de tantos veranos aún la seducía el relato. No tenía caso negarlo; lo había relegado 100 veces, mas 101 veces más, lo había devuelto a sus manos...  Si acaso pudiera eludirlo... La superaba, la desbordaba... la conducía... y pese a sus tantas excusas... la confundía...
¿Por qué permanecía tan cerca, tan suyo... tan ajeno? Por qué tan añejo reloj  lo retenía...? Odiaba repreguntarse y analizar para discutir aquello para lo cual, sabía, no tenía veredicto ...



Paralelismo

Alguien más diseño nombres y rostros para aquella historia, 17 veranos antes... Sus fugaces encuentros, su pasión, sus sueños... Las miradas cómplices (jóvenes), cada pausa; el beso. La espera, las dudas... los miedos  y esa manera absurda y cobarde de no atreverse a más. Todo estaba allí, estratégicamente ordenado; incluso París y sus sombras... También el adiós.
La escena la devolvió a lo real, a ese perverso cubículo que despedaza su sueño en un violento parpadeo; a ese resignado espacio, que aún no consigue dejar, pese a incalculables intentos...
Pensó entonces en Jesse, en sus ojos; su realidad y su suerte. También hubo un libro entre ellos y un adiós... y una estación y cientos de espejos...
No pudo disfrazar su emoción al divisar en imágenes, su propio cuento. La vida le estaba gritando que un amor fugás nunca es más que eso y que tan solo entre fotogramas puede volverse eterno...
Pero no quiso escuchar; cerró sus ojos y decidió no verlo. Tampoco su cuarto es real y en cambio, es su refugio (su dueño). Supo que la realidad no basta para vivir y que la magia, no siempre se aleja del suelo...
Y así, en medio de tantos mareos, optó por no dejar de leer, quiso gritar, lloró y volvió a sumergirse, una vez más, en su cuento...






Compases...

Lo que siguió  fue... ¿versátil?
La decisión de volver reglamentó su estructura y su esquema...
Levitaba, a penas podía creerlo y, aún así, se permitió naufragar, ya sin más, en aquella historia (su historia); transgredió fronteras, prejuicios... desmanes... No hubo espacio esta vez para alojar esa duda, la eterna (la injusta), más el ángulo suspicaz supo desviar su andar, un segundo... Entonces, en el preciso instante en que invalidaba el frío, solo el calor de aquel cuarto logró dibujar, sin piedad, en labios tan aturdidos.
No fueron muchas visitas, solo las justas (intensas). Se permitió regresar, cuando lo creyó oportuno, sin bosquejar su tablero.
Jamás se sintió  tan liviana; tan plena... tan ella...
Imaginaba el reencuentro durante todas las horas, al cabo de todos los días. Soñaba con ese abrazo... con ese beso, mientras evocaba Amelie y su incompatible hechizo.
Los días de duendes y hadas se habían esfumado de golpe en una sombría esquina,  una nubosa mañana, en París. Había jurado abolir toda magia luego de aquel abrazo, furtivo. Había decretado sentir en marco de leyes reales y caminar, sin pisar, nada más alto que el suelo... Más, su amnesia atemporal quiso y burló su afán,  cuando la plantó (¿por azar?), frente a esa misma ventana...
Una vez más se sintió incapaz (y sonrió por ello). El cuarto volvía a absorberla:  no era su tiempo, su días; era más bien que su prisa había extraviado el reloj y su ritmo,impaciente, había redimido compases...
Cautiva en tan prodigiosa escena (y guiones), no recordaba que, a un lado, aún se encontraba el cuento que supo apartar, sin dudar, a las 6.50, aquella fría mañana. Un cosquilleo infantil sedujo sus voluntad y lo tomó entre sus manos, lo abrió y con idéntico ímpetu clausuró su intento. Abrió el pequeño cajón y lo resguardó allí dentro. No había pensado en dejarlo y, en cambio, sabía que Peter Pan, también merecía dormir, en algún momento...

Curvas

Abandonó su sueño de un salto. Eran 6.50 am.  Justo detrás de sus pasos, algó se desplomó sobre el suelo: un libro, el otro libro... Se recordó dormida en sus páginas. Lo levantó y lo hizo a un costado. (Subestimó su importancia).
Preparó mate (casi un ritual matutino) y se sentó, un momento. Luego de desayunar, salió.
No estaba muy decidida pero, con solo divisar el portal, supo qué debía hacer.
A penas ingresó percibió algo extraño: estaba más ordenado (y limpio) allí dentro. Se preguntó si acaso alguíen más visitaría ese cuarto. Registró el lugar, también aquella mesita. Le sorprendió descubrir que la falta no le había afectado y que, por el contrario, se mantenía muy bien sin el segundo libro ( el cautivo)... Sonrió.
Era el momento. Se aproximó a la cama para rescatar su historia (la única) y se declaró incapaz de evitarlo; aún sin saber por qué, una extraña aunque exquisita emoción recorrió su rostro y una sensación de alivio supo abrigar su pecho.
Lo sabía: era distinto, como antes... como al principio, como aquellas veces... Algo había cambiado o, acaso, algo había cambiado para volver a cambiar y así rescatarla, una vez más.
Se tomó unos minutos para disfrutar del momento: lo había esperado por meses... De pronto, segura, confiada ( Y feliz!!) osó reconquistar sus líneas.
Había dejado el reloj en la puerta del cuarto. No divisó excusas (ni miedos) y entonces lo supo: lo mejor...  estaba a punto de comenzar...



Furtivo

Aquella llamada la tomó por sorpresa. Habían hablado antes y, sin embargo, se sorprendió esta vez.
Saltó de la silla y respondió al instante.  Sin que pudiera notarlo, una sonrisa  elocuente delineó sus labios, y suspiró...
Durante toda la tarde intercambiaron miradas... y guiños. Él respiró muy cerca... ella se apartó...
La esquina furtiva volvió a reencontrarlos, como alguna vez;  antagónicas curvas, homónima intersección...
El miedo jamás se afilió a su aventura y, pese al millar de palabras, hay temas que no se hablan... jamás.
Una mirada les basta para descifrar lo que piensan (y sienten) y, sin cuestionar voluntad (o ganas) hay algo que los vincula, sin más. Siempre fue así, desde aquella noche, cuando por fin se atrevió. Entonces lo supo: ya no podría volver, aprendió a convivir con ello y, al cabo de curvas y cruces, por fin, lo asumió.
Aquella tarde también regresaron juntos. Hablaron tranquilos, un rato, hasta que detuvo su marcha y, una vez más, su intención. Y entonces, sus besos; sin juramentos, sin sueños... sin reglas. Ella descendió del auto. El se marchó. No hubo excusas, ni normas. Ella jamás pregunta; el nunca, jamás, le explicó... No es racional, lo sabe, pero no puede dejarlo; otra vez, no...
Apagó la luz y se acurrucó entre las sábanas. Una sensación de calma abrigaba su pecho, y su espalda. Había dudado unas horas antes de confiscar ese libro. Su historia aún permanecía allí, también una parte de ella; pero claro que aquello era distinto... El repentino capricho supo distraer su atención (y sus ganas). Solo por eso, sabía, había valido la pena...


Esquinas...

Al cabo de unos cuantos metros miró sobre el hombro. Lo meditó un momento. Dos pasos más y lo supo: Debía subir. Quería intentarlo...
Todo el camino de vuelta meditó la estrategia. Recapituló cada línea, cada  sonrisa y una vez más, todo el guión.
Corrió por las escaleras  y se asomó a la ventana. Entró sin dudar, de un salto. La tan reiterada escena anticipó cada paso; arrimó el banquito y dispuso el  libro sobre su falda. Comenzó a leer. Solo unas líneas (se dijo) y sonrió aliviada sin preguntarse, siquiera, el por qué...
Sobre el final de la página se puso de pie. Ese era el pacto, insistió.
En medio del ridículo apuro tropezó con su miedo y cayó, sobre el costado opuesto de la misma cama. Un frágil escalofrío le recorrió la espalda (y el pecho). Debajo de la mesita, pequeño y como cotejando el peso, descubrió otro libro. Temió. No debía (quería). Esperó. Una mirada encubierta le reveló su portada (y el título).  El ímpetu irracional la convenció de acercarse. Lo abrió. Leyó unas palabras. Reconoció la historia. Suspiró. Había leído ese cuento una vez (algunas veces, pensó).
Tras una primera mirada  descubrió una marca, pequeña, por la mitad. Se sumergió en esa historia, memorizó alguna pausa, cada silencio... y el fin(todos ellos).
Tuvo el impulso de devolverlo,  abandonar ese cuarto, como aquella vez. ¿Tenía sentido volver a arriesgar? No pudo (no quiso) y, en todo caso, no era  la misma trama (¿a caso era el mismo formato? ) Sabría que hacer con él...
Entonces, de cuclillas y en un rinconcito, cargada de dudas (y sueños) decidió esperar... Sabía que decidir no estaba a su alcance. Algo la había conducido hasta el cuarto (dos veces) y, en medio de tantos silencios y  atajos, ¿qué mal podría hacer ella, con solo sentarse a leer?

Vértigo

Un súbito frío abriga su  piel y la enjuicia. Ya no se atreve a subir y, en cambio, vigila insegura detrás de ese vidrio.  Se deja alcanzar por el vértigo... y las sombras. La misma ventana, la  tan venerada historia que ahora decide pausar...
Pasea a menudo delante del cuarto; sonrisas inquietas, miradas esquivas y finge no ver (pero mira). Decide sentarse, tan solo un instante, sobre el anticuado portal que tan bien la conoce, y espera...
Y entonces regresa ese hada, idéntica puerta, homónimo túnel (el mismo ascensor). Recorre sus pasos, repasa sus huellas, una y otra vez.  Deambula incesante entre esas miradas, de lejos (sin ver)... Vuelve a encontrar ese parque, idénticas luces, la indeleble plaza y aquella mañana (tan gris)
Olvida minutos, confunde la horas; los días... Se atreve a reír.
Un repentino abrazo la salva del frío y del miedo. Sonríe en silencio en aquellos brazos... tan ciertos, tan suyos... se deja ser...
De pronto, un sórdido ruido enciende sus ojos. Se pone de pie, confundida. Camina sin rumbo (mareada) ... Una sospecha agridulce recorre su rostro. Suspira y sigue adelante, una vez más, adelante, sin ver...


Vaivenes

La sedujo la luz, ese pequeño haz que se asomaba sin prisa debajo del vidrio. Juraba haber apagado el farol antes de dejar el cuarto. No se alarmó y, en cambio,  se  preguntó si sería muy pronto...
Con tantos libros en los estantes, ¿por qué, otra vez, aquel?. Conocía la respuesta, pero le resultaba imposible explicarlo. Sabía que no era real, que no debía creerlo y sin embargo... creyó.
Quizá si esa noche no hubiese esperado... si acaso esas líneas no hubiesen gritado... Desautorizó las hipótesis; incluso si pudiese cambiarlo, no lo haría. Repetiría cada segundo, cada momento... cada mirada...
Estaba allí, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo...
Un agridulce incómodo sincronizaba sus miedos, que habían mutado, que casi no hablaban, y que aparecían, en cambio, para afirmar su dominio.
Volvió a recordar esa tarde que decidió dejarlo... La angustia, las dudas... Habían pasado ya meses...
El libro sobre su falda, la mirada atenta y... no se atrevía a avanzar. Volvió a interceptarla el final; ese villano ambicioso que sobrevolaba inquieto cada linea. Lo había burlado una vez pero... no duraría por siempre. Lo sabía.
Hojeó las páginas, calculó las horas y suspiró. Cerró sus ojos, repasó escenas; investigó el guión... De pronto lo supo:  no era capaz. Aún no...
Separó el texto de sus rodillas, se puso de pie y huyó...

Peldaños...

Y aquella tarde, una vez más, decidió intentarlo. Vislumbró la historia detrás del cristal, como cada día, sobre la misma mesita. Respiró profundo y escaló a la ventana...
Habían pasado unos días desde la última vez. Se preguntaba si acaso sería lo mismo. Se tomó unos minutos para recordar los capítulos; percibió miradas, proyectó sonrisas y finalmente... lo abrió.  Lo recordaba más breve; sonrió aliviada al descubrir su error.
Se despojó de abrigos (y dudas), acercó el banquito y comenzó a leer; volvió a zambullirse en la historia, como el primer día... como cada vez.  Así transcurrió su tarde,  la  consecuente mañana y el atardecer que siguió...
Sin que pudiera notarlo, volvió a naufragar en sus olas. Pero esta vez, sin temores. Conocía el océano y sus peligros. Había asumido ese riesgo al comenzar a leer. Pero entonces era distinto... Lo sabía.
Había superado oleajes y se juraba, tenaz, que ahora sabría enfrentarlos...
 El transcurrir de los días le moderaron los miedos. Decidió entonces que no debía correr.  Con mucho cuidado, dejó  el libro sobre la mesita y apagó la luz.  Tranquila, sin prisas, abandonó el refugio. Cruzó la ventana y regresó a lo real (a la otra esfera).
Sabe que volverá, pero no esquematiza... quizá sea el martes, o en una semana.
Sonríe y, en silencio, comienza a andar...

Prometo que no lloraré... Te voy a extrañar morocho...

Prometo que no lloraré... Te voy a extrañar morocho...
Me parece mentira que, luego de casi 3 años, ya no estaremos juntos... 
Todavía recuerdo la primera vez que nos vimos; recién me mudaba, me sentía sola... Te vi, me viste... caminamos juntos... Desde ese primerísimo día me acompañaste. Te adaptaste sin chistar a mi ajustada agenda y estuviste ahi (aquí) en mis peores momentos... Siempre a mi lado, sobre mi cama... Te acordas cómo saltabas? Siempre quisiste volar...
Se que te herí muchas veces (lo siento)... Tuvimos momentos difíciles y, pese a mi falta de atención y mis daños, siempre me perdonabas y volvíamos a empezar... Me duele saber que esta vez es distinto, que ya no estarás ahí, para mi...
Recuerdo cada domingo, cada tormenta en las que estuviste conmigo, sólo para que sonría o para que llore, pero a tu lado... Mis noches y mis inviernos ya no serán lo mismo... No quiero pensar en el frío que dejará tu ausencia...
Gracias por todo pequeño... Y perdón por no aprender a cuidarte...
Te voy a extrañar...
Hasta siempre, control remoto...

De retórica y duendes...

En puntas de pie y sobre un banquito, se asomó a la ventana. Estaba oscuro. No se oía ruido. Escaló lentamente y entró. Era un espacio pequeño, opaco. Sobre una mesa, bajita, un libro de tapas grandes la examinaba curioso. Se acercó... lo abrió. Encendió la diminuta lámpara que decoraba la esquina y comenzó a leer. Le fascinó la historia: llena de duendes y hadas; a penas real (no le importó). Se devoró las páginas... Rió a carcajadas, lloró, soñó; volvió a reir y una vez más... dudó...
El libro le consumió los días (su vida)... Por unos meses.
Pasaba en ese cuarto casi todas las tardes, algún amanecer y cada madrugada. Sus rimas protegieron su abrazo durante el invierno.
Cada noche diseñó finales para su cuento... cientos. Era imposible acertar: la historia giraba sin prisa, con pausas... sin vientos. Quizá fue eso lo que la atrapó: el misterio... el azar... la magia...
En un momento pensó en abandonar el libro, cerrarlo; sellar para siempre aquella ventana y no regresar a ese cuarto, jamás. Lo intentó... No pudo... Incluso cuando le quemaba la vista (y los sueños) siguió...
Se aprendió de memoria cada escena, ensayó cada acto, improvisó todo el guión. Imaginó escenarios y ritmos. Respetó los puntos y las comas y entre puntuaciones diversas lo descubrió: encontró la manera de burlar el final; adhirió párrafos; erráticas lineas que demoraron la historia, que alargaron el cuento que jamás  terminó...
Aún no se atreve a transgredir el recuadro; las crueles fronteras que le demarcan las tapas... Terminarlo significaría desaparecer del cuento, volverlo irreal, condenar la magia a unas cuantas lineas afónicas sobre una mesita... oscura. Prefiere evitarlo,  visitar pocas veces el cuarto y dilatar el final con unas cuantas letras ficticias; Caminar errante y de la mano de ese hada que vuelve a invitarla a pasear, sin un reloj (un ratito)...

Desenfocar para ver (y mirarnos)

Cuando sentir y pensar se desglosan, cuando bosquejo y cosmos no encajan; cuando el temor a intentar sabe encubrir, sin piedad, tantas ansias, hay cientos de puertas herméticas y una ventana, pequeña (arrimada)...
Con la mirada nubosa, osamos dictar sentencia y nos empecinamos, sin mas, con el repertorio de puertas (estancas). Una colección de artilugios embiste al montón de maderas que, sádico, agota la luz, la ilusión, el capricho, las ganas.
De lejos, en un costado, se oye un endeble crujir, que se aventura a sonar, en vano...
Nos obsesiona el portal; examinamos su estilo, su aspecto; ¿sus fallas? y cual oasis burlón, vemos girar esa llave que, con fervor, cae sobre el adoquín y se replica  (en pedazos).
La ventanita pequeña arruga su ceño y calla...
No quedan puertas ya por probar y el camino para regresar se ve, cada vez, más largo.
Osamos contravenir (contrariar) cada ritual que, por años, supo guiar la razón y sus pasos. Nos vuelve a abrazar el temor, la impaciencia y la precipitada ambición que, sin pausa, despista un millón de bocetos (frustrados).
En medio de tanto silencio, oímos un ruido: volteamos... Corremos hasta llegar, exhaustos, con el utópico afán de lograrlo. Es un cuadrado pequeño. Soñamos. Giramos el débil pestillo, hacia ambos extremos; en vano...
A lo lejos, se asoma una claraboya, detrás de ella, una luz... No miramos...
Tozudos golpeamos cristales, metal y esperamos. La ventanilla no cede. Lloramos.
La claraboya nos mira, nos grita... No hablamos. Sabemos que espera allí y, en cambio, insistimos sobre aquel recuadro, aquel que tras tanto sonar y observarnos, optó por callar su voz, desaparecer... enseñarnos...

Felices días, papá

La primera vez que nos vimos dormía. No soy capaz de jurarlo pero... apostaría que, en ese primer momento,  quien lloraba eras vos.
Estuvimos en ese cuarto unos días y luego nos fuimos juntos, los tres. Creo que me cargabas en brazos y juro que esa tarde, no fue la única vez. Soñé tantas veces sobre esa falda...!
Fuiste el primer señor que me tomó de la mano y, acá entre nosotros, también mi primer amor; mi cómplice y mi abogado en todas las causas (y en innumerables noches, frente a un obstinado fiscal). 
Como todo amor, no siempre resultó perfecto... Todavía me enojo contigo, ya no porque no obtenga un permiso, sino porque esos no, arbitrarios, hoy te condenan a vos.
Tu paso es distinto, tu humor... no es constante y opaco es el brillo en tus ojos y la melodía en tu voz... Tu risa y tus ocurrencias bastan para aliviar cada peso y una sola de tus palabras sabe aplacar mi temor.
Me gusta imaginar que desaparece el camino; que ya no se asoma ese abrazo, el último beso y ese implacable nudo que, luego de 12 veranos, aun me entrecorta la voz. Claro que, así, subestimaría,  quizá, cada minuto contigo; la magia de cada cena, cada sonrisa, cada opinión...
Ya no descanso en tu falda ni me llevas de la mano... No puedo dormir en tus brazos ni improvisar un berrinche, para atraer tu atención. Mas, cada domingo en mi año, sueño que almuerzo con vos.
La vida me convidó tu impaciencia, tus gestos, tus mañas y una conexión que nos une, desde aquella primera tarde, en las peores tormentas; ante cualquier temporal...
Anhelo que la alegría te invite  a pasear a su lado, pero no solo por este día, sino en cada uno de ellos; desde ayer y para toda la vida y así, por azar, ver inclinar la balanza hacia ese otro costado  (aquel que te abriga a vos).




Proyectos

Enmudecer la razón y al inquebrantable prejuicio. Que las palabras deserten, que las ideas no juzguen. Aprender a mirar sin los ojos, sin ver.
Distinguir el "no puedo"  de un  "no me atrevo a intentarlo".
Callar. Abstenerse. oír. Dejarse llevar... sentir.
Detener los relojes, las fechas, los años. 
Escuchar otras voces (las mudas). Convalidar otro juicio (sin normas).
Desautorizar los bosquejos, los trazos, los mapas. Iluminar las sombras, ensombrecer las luces.

Invalidar las espadas, vencerlas. Contravenir las fronteras, sin Visas
Requebrajar las dudas (los miedos). Creer


Para siempre, ito

Mi hermano menor no perderá el sufijo. Nació con él, lo aloja en su ser; le da identidad,  es un plus (mi delirio).
Ya no descansa en mi falda ni llora por hambre o capricho. Sus pantalones son largos (es alto) y el eco en su voz es algo más que un sonido.
Madruga, trabaja; construyó su hogar... su camino.
Añoro su risa, su euforia (sus mimos); lo vuelvo a recuperar, en cada escapada (un domingo).
Lo veo feliz, con su amor. Es casi un hombre (chiquito!!)
Le llaman señor, lo respetan pero, a mis ojos, aun sigue siendo un niño.
No ve a Donatello (ni a Ico), conduce su auto y estimo.. que juega a que no es mayor, entre sus sueños (dormido). Tal es mi utopía y pido, que la vida me admita un desliz (un descuido): que crezca y se vuelva mayor, sin dejar de ser Petercin, Mi hermanito...




Soy argentina

SOY ARGENTINA.No soy K, ni Anti- K; no soy Pro MACRI ni Anti MACRI. Ni amo a Scioli ni lo detesto. No me interesa enbanderarme en debates partidiarios y/o personalistas.Creo en los argentinos; en la solidaridad de los argentinos que ayudan a los más afectados, en la conciencia de quienes salen a manifestarse PACÍFICAMENTE pidiendo justicia, seguridad; un ESTADO... 
Creo en ganas de crecer y progresar, en las universidades colmadas de perseverantes estudiantes que invierten tiempo y energía en proyectos que posiblemente se vean truncados...
Creo en la autodeterminación de las personas y en la libertad de elegir su futuro, a corto, mediano o largo plazo, y en la voluntad de forjarlo, con esfuerzo, de la manera que consideren oportuno/justo.
Creo en la democracia, en la libertad de expresión, en la Constitución Nacional por la que alguna vez nos regimos. Creo en los sueños.
Rechazo profundamente la mera colección de individualidades y confío que el demorado proyecto de Nación, en algún momento, derribará las fronteras de la utopía...

"Cómo ser un buen peatón y no morir (asesinado) en el intento"

Hoy, en nuestra habitual entrega "Colabore, no sea pel... maso ", les presentamos:

"Cómo ser un buen peatón y no morir (asesinado) en el intento"

1- Al igual que en carreteras, procure mantener la derecha mientras camina (lento) y recurra preferentemente a la izquierda si desea incrementar su marcha. (La inversión de dicha regla es lo que habitualmente se ve en las veredas porteñas.)
2- ¡Así es damas! Ese par de zapatos está en liquidación ¡a un precio imperdible! Indiscutiblemente, está en todo su derecho de devorarlo con su mirada pero, por favor, tenga a bien girar sutilmente su cabeza hacia ambos lados, antes de lanzarse ferozmente hacia la vidriera.

3- Un frecuente entrenamiento en carrera con obstáculos le ayudará a llegar seco a destino, sorteando a los maniáticos encargados de la manguera y la escoba.

4- ¡LLUEVE! Aja- Esto es simple: si tiene paragüas, no utilice los techos y viceversa. Nota: el mirar hacia el costado es una extraña costumbre que se adapta a ambas circunstancias y el paragüas funciona como arma de defensa personal. Insisto: MIRE HACIA EL COSTADO!

5- Deambula a pie, en hora pico, y aún así pretente llegar rápido? Evite las avenidas: independientemente de SU estado físico, ciertas dificultades interrumpirán sus proyectos. EJ., las madres suicidas con cochecitos de bebes.
(Ver consejo expuesto en punto 3.)

6- Mire hacia ambos lados al salir de un negocio: siempre hay algun "desubicado" paseando tranquilamente por la vereda.

7- ¿Tiene luz verde para cruzar? No se fíe: las calles porteñas están repletas de daltónicos, generalmente choferes de taxi o bondi, que "confundirán" la tonalidad del semáforo.

8- No, usted no está confundido: esas líneas blancas dibujadas sobre el asfalto en ciertas esquinas representan la senda peatonal y los autos que ve por encima no son otra cosa que los renegados de siempre, generalmente porteños, apurados y poco considerados que estarán ahi, cada vez, para arruinarle el día.

¡SUERTE!

Argentinos

Ciudad, provincia y Estado son parte de la MISMA Argentina... Dejemos de demonizar a exclusivamente a Cristina, a Mauricio y a Daniel; todos y cada uno de nosotros tenemos una cuota de responsabilidad en muchas de las situaciones que tanto nos lastiman... En mayor o menor medida, contribuimos con la profundización del modelo. Sin banderas ni partidos, seamos solidarios para ayudar y lo suficientemente responsables para proteger, conservar y mejorar el país que tenemos; lo que (todavía) nos queda... 
Que cuando miremos hacia afuera, sea para asimilar todo lo que aun nos resta aprender...

------- COMO VIAJAR EN BONDI -------


-Consejos prácticos para no molestar (tanto) al prójimo-

* Si hay espacio atrás, no se instale en el medio.
* Si NO hay espacio atrás y estoy en el medio (junto a los 5689 pasajeros), no me empuje; más allá de mi esfuerzo, la materia no se desintegra. (comprobado)
* Su bolso/mochila/bolsa no es una extensión de su cuerpo. Ergo: duele, pesa y molesta.
* Si la puerta no cierra, el bondi no avanza. No insista.
* Si lleva paragüas, tenga a bien no utilizarlo como arma de defensa personal (al interior del omnibus)
* Pedir permiso para ubicarse justo en MI lugar, no es lícito.
* De perfil (gralmente) es más pequeño que de frente: considérelo.
* No, le juro que el caballero no me pidió que viaje en su falda, no insista.
* Pedir disculpas no molesta.
* Si va a descender en 2 paradas, tenga a bien ser paciente para llegar a la puerta. Se lo Juro: no hay premios por llegar primero.

Por favor, difundir ...
MUCHAS GRACIAS!!

Descalza y en puntas de pie

A ritmo pausado, muy lento, exploro el espacio. Me alejo. Ansío su voz... mi eco. Me asomo otra vez...
Los no y los jamases son poco tenaces (lo siento) y en tan obtuso camino no bastan los pasos, ni el tiempo. Hay círculos que demarcan (me atrapan) y dentro, me eclipsa  su primera mirada, su antepenúltimo adiós y tan bosquejado beso.
Me abrigo en su acaso, su por favor; sus "lo siento". Se esfuma su voz; se encienden las dudas. Temo.
Me asomo otra vez, como pidiendo permiso; descalza y en puntas de pie (lo intento).
Palabras cruzadas,  sonrisas cautivas,  ruidosos silencios.
Su foto, su sombra; mi espejo.
Con huellas, exenta de avales; solo ocasiones (momentos) y un caprichoso después que nos alcanza y entiendo, que poco podré entender. Espero. Te escucho otra vez (te leo).
Renuncio al quizá; tu tal vez (lo etéreo) mas, sin vocación de negar, en tu paradoja fugas, me escabullo y  me pierdo...

Ni olvido (ni condena), ni perdón

Entiendo que ningún ser humano tiene derecho a juzgar ni desearle el mal o la muerte a otro ser. Lamentablemente, existen personas que no solo lo desean sino que, además, asumen la "engorrosa" tarea de cometer lo más escalofriantes crímenes.
La justicia civil/penal puede ser lenta y eso genera que, a veces, los más destestables asesinos convivan impunes con el resto de los ciudadanos.
Pero hay otro tipo de justicia que siempre, antes o después, triunfa... Una justicia que sí puede juzgar, decidir y resolver, conforme lo considere oportuno (y al margen de nuestras intenciones)
A los 87 años de edad, solo y en una celda pequeña murió el ex dictador Jorge Rafael Videla. Me atrevo a "sospechar" que no sufrió como sus víctimas, pero me quedo con la satisfacción de saber que dejó este mundo, estando solo, desde un lugar poco amigable y, por sobretodas las cosas, me reconforta saber que ya no respiraremos el mismo aire...
No te juzgo ni condeno... Alguien ya lo ha hecho por mi...

Tu pausa

Existen amores soberbios, osados; puro preámbulo y ruido. Son esos que llegan de pronto y, con idéntica prisa, se han ido... Suelen ser solo ilusión, confusión... idilio.
Hay otros, en cambio, que  te mantienen vivo. Caminan con vos, de tu mano, son tu calor, tu abrigo; paréntesis en eternas horas y en cada silencio, un sonido...
Un tercer grupo y quizá, los más repetidos, aquellos que por temor, por dudar, no admitimos. Suelen ser algo más frágil y a lo mejor, prohibidos; sin duda los más traicionados, abandonados... perdidos. Son los que te hacen sufrir, enojar, llorar... dar gritos.. Pero esos, los más negados, los tan reprimidos, son  herederos de un don que reivindica el dominio.  No quiere el azar (o algún Dios) que se mantengan contigo mas, hay algo que no pueden quitarles, es algo mágico, una quimera (¿un delirio?); solo una pausa,  un recreo (un descuido), para que puedas creer, sin soñar, solo una vez y un ratito... 





Etéreo

Las lágrimas que no se escabullen ahogan,  las voces enmudecidas  aturden y  el vacío, entre sombras, retumba ... y asusta.
El aire que no respiramos asfixia, las luces que jamás alcanzamos, opacan; los brazos que censuramos no abrigan...
Me azora el silencio, me falta una voz;  me eclipsan 2 besos.
Naufrago en obtusos caminos y habito entre redondeles... cada vez más pequeños...
Sublevo 1 adios, subestimé 2 mentiras y  refuté 3 reflejos...
Me enredo en inquietos bumerans que escapan y vuelven, de a ratos, y por momentos.
Atroces colinas esquivas y tan caprichosas que...  temo. Más, vuelvo a acecharlas, inquieta, como hostigando aquel no, que se apodera del tiempo; mi tiempo...
La aguja no cesa, las luces no brillan y, a diario y sin tregua, me siguen retando los sueños...
De pronto, entre vaivenes fugaces, me atrevo a extraviarme y me encuentro.
Y gritan las voces y abdican los fallos y seducimos destellos...  
Entonces, quizá, sin perderme, puedo volver a insistir o acaso, y sin miedo, oso vivir sin creer y transitar... sin más pesos...

Hasta siempre abu..

     No pude tomar tu mano
para decirte: “Hasta siempre”,
ni acariciar tu mejilla
para rogar que te quedes.
Pero  El Señor contempló tu paso,
marchando ya muy lentamente,
y te abrigó entre sus brazos
para volverte más fuerte.
Fue en una tarde de otoño
y así hubiese sido en diciembre,
idéntico helado sudor
me habría envuelto al perderte.
Sé que no debo llorar,
Pero... Cómo duele...!
Hay tanto que anhelo decirte,
aún no me resigno  a no verte.
Mas ¿ Cómo traduzco el dolor
que hasta la voz me detiene?
Se entrelazan tu risa y mi llanto,
y un río de confusiones
se precipita en mi frente.
     Aún me resuena tu voz
y hasta tu capricho inocente;
eras tal cual una niña:
pequeña, tenaz y ocurrente.
Pero tu experiencia,
que tanto ha de hablar,
tatuó tu peregrinar
y lo volvió indeleble.
     Sé que no debo llorar,
Pero... Cómo duele;
si hasta me parece aún oírte llegar
y conversarme sonriente,
en un domingo habitual,
en un almuerzo corriente,
o en esa esperada cena
que se esfumó sin tenerte...
   Fue en una tarde de otoño
y aún no me atrevo a perderte.
Y no me explico  tu ausencia,
tu hoy,
ni aquel obstinado apuro
que te arrebató de  repente;
sin ese último adiós
que transfigura al presente...
    No pude tomar tu mano
ni suplicar que te quedes,
pero Jesús te abrigó entre sus brazos,
y allí vivirás por siempre...      (abril de 2003)


Momentos

"La inseguridad y la angustia pueden llenar de abismos los actos más sencillos". Medita. "Cada uno tiene su propio Everest", concluye el psicoanalista que jamás será su terapeuta.
Meseta apacible la de su cama de niña; eximio palacio, sin ecos, donde las austeras agujas mengúan su prisa, mitigan... desisten. El inmunizado cristal la envuelve, la abraza; la abriga.
La pausa consiente al cuerpo (distrae al alma)...
La fábula surrealista la acosa y la alcanza. Abdica.
Las dudas susurran. No aturden. Cada memoria enmarcada la invita a viajar. Asiente.
Sin hadas ni acaso vértices, deambula por el asfalto. Resurge el paréntesis... Prescribe
Avanza por la planicie e, incauta, le cede el paso a la magia... 
Respira y se detiene para naufragar, otra vez, en su onírica huida; abstracta y atemporal, con siluetas y silencios en la que, carente de precipicios, no se corre ningún riesgo...

De relojes y juegos...


Me  desperté confundida, deliberé un momento.  Encendí la tele -ganó  el silencio- 
¿Cómo fue que sucedió? (¿cuándo?).  No entiendo.
Analicé mi vida... Me sumergí en mil recuerdos.   Volví a contrariar arbitrajes, violentos, y los caprichos biológicos que osan burlar mis intentos.
Miré alrededor. Busqué excusas… Quise llorar. Sentí miedo...
¿Dónde se escriben las páginas que van dirigiendo mis sueños? ¿Soy yo quién decide mi espacio, mis días... los retos?
No es que no quiera crecer es que... no encajo en aquel bosquejo.  Abro mis ojos, contemplo; observo las luces, las sombras y…  no son mis antiguos proyectos. Le faltan líneas, les sobran puntos…  me enredo en absurdos extremos.
Miro a mi alrededor. Medito, discuto... me niego… Paseo en los mismos parques,  me hamaco en los mismos juegos.
Los niños se asustan a oscuras; los grandes no lloran por miedo. Los niños no esperan abrazos; los grandes... no buscan pretextos. De niños mezclamos caminos; de grandes... rondamos los mismos senderos. De niños queremos ser grandes, de grandes...  quisiéramos detener el tiempo...
Conservo la misma altura  y  tengo los mismos miedos. Me abriga mi  casa de niña; me acosan los mismos deseos...
Supe que Peter Pan no quiso asumir el reto. No creo ya en Disney World, lo siento.  No puedo engañar al reloj (y tan  desalmado exceso), pero el idioma es flexible  y más aún, los dialectos y la semántica admite, diversos giros y vuelcos. Así es que encontré alternativa, a tan hostil sufrimiento. No tiene sentido penar, por una serie de "acentos": ¿Qué tal si en lugar  de mayores, nos llaman menos pequeños...?

8 de marzo- Día internacional de la mujer



Aunque mi género  y yo simulemos  incongruencia, aunque mi vientre y caderas insistan en refutar mis intentos,  aunque no aprenda a ocultar la emoción (y la pena) y aunque discuta con Dios (y los hombres) por tanto que aun no comprendo, he de admitir que, a veces… no está del todo tan mal.

HOY  decido reconciliarme con lo que me tocó en suerte (¿?) y celebro junto a mis pares, por todo lo que nos hace únicas: la verborragia,  los sueños, las quejas, las sonrisas, las manías,  los detalles, las demoras, las lágrimas ( en especial las que ríen), la paciencia,  los errores, la perseverancia  y las curvas…


Solo por hoy, y en honor  a mi día, decido brindar, porque nací en este cuerpo, sin ofrecer resistencia (o quejas)...

A las mujeres de mi vida, les deseo la mayor de las sonrisas y a los hombres que las  escoltan, les pido que siempre  protejan  la más bella de sus curvas...

 ¡ F E L I Z  *  D Í A  *  M U J E R E S ! 

NOTA: El día internacional de la Mujer conmemora la muerte de 140 mujeres trabajadoras  en el incendio de una fábrica- Cuestiona la posición, condición y el respeto de los derechos de la mujer. En lo personal, y sin contradecir tales principios, considero que también esos ideales admiten la descripción que precede.

Retazos

Y delegué en Joaquín para dejar de intentarlo: no puede uno ser feliz allí donde ha sonreído... tanto y, aunque la distancia mejor es la que no vigilamos, es el mayor de los retos soltar, dejar ir... resignarnos.
Nadie te enseña por qué, para qué ni cuándo y sin límites ni bosquejos, andamos. Mientras, en un rinconcito, se ocultan los cuentos soñados, junto a los tantos caminos que esperan a ser transitados.
Abril se empecina conmigo, hace ya más de tres años: El tiempo es por demás fugás y aún... aún no nos enteramos... 
Hay tantas sonrisas por ver y tantas que ya no esperamos, miradas que quieren volver y otras ... que no debemos quedarnos; abrazos que aun nos abrigan, aunque... ya no podamos tocarlos.
Mientras el absurdo (aturdido) insiste en importunarnos. 
Nadie asegura llegar y lo mejor del paseo sucede en el mientras tanto; no es solo la meta cumplida, sino... el largo camino andado; las risas en el durante;  las ganas, los sueños... los ratos.
Dicen que sin programar suceden los mejores actos y que las mejores escenas son esas que no imaginamos, mientras mi obstinado juicio insiste en organizarlo. En la ineludible batalla (entre sentir y pensarlo) osa vencer la razón (por tan endeble certeza y muy audaces astros). 
No obstante, quizá, cada tanto, puedo atreverme a vivir, sin cuestionar los "acasos".  Y la osadía persiste mas, tras semejante disputa (entre valentía y regaños), resulta lo más sorprendente: aquello que nunca pedimos (y que jamás delineamos)  se vuelve capaz de enlazar los más dispares retazos...









Rediagramando recuadros

El mérito de una página en blanco radica en la libertar de crear... de creer.  A penas restringen los márgenes; osados confines que no debiéramos trascender. Por lo demás, exento de limitantes. No funciona igual con un puzzle: alguien  se ocupó del diseño y nos alienta a reconstruirlo, del modo que así se ideó. 
Creí en  bosquejos ajenos (¿designios?) y perseguí algún capricho. Fingía fluir en el "mientras tanto"... Las complicaciones  afloran junto a las últimas piezas, aquellas que no encajan (en las que no cabemos); cuando nos empecinamos en vincular dos dibujos que (¿por azar?) resultan incompatibles; cuando la desilusión nos alcanza, nos hiere... nos confunde, nos hace sentir incapaces. ¿Incapaces de qué?¿ De vivir el sueño que alguien soñó? No lo sabemos, no lo entendemos y hasta insistimos, en vano, en una etérea parodia sin texto que parodiar... se nubla la vista, se tiñen los sueños y se desdibujan contornos que siempre... que siempre trazaron tu "plan"... 
En medio de tanta bruma,  osamos abrir los ojos, para avanzar, cual ciegos, por  ese vago sendero que no se ve, en busca de algún horizonte que se escabulle.   Volvemos a ejercer presión sobre esas últimas piezas con la renovada esperanza de que, esta vez, van a ensamblar. Y entonces, cuando el dibujo es cuasi perfecto, cuando el diseño pretende absorbernos...  se quiebra... se parte... se esfuma... se pierde. 
Abandonamos el puzzle, nos despojamos de líneas, de formas... de ruidos y, de repente,  tras ensordecidos silencios, volvemos a oir. Y a mirar.
Entonces, amurallamos los miedos. Tomamos un nuevo libro y comenzamos a redactar, sin leyes, sobre esas vírgenes páginas bajo un ávido titular:  HOY








Muchas gracias Londres; hasta siempre Paris...

Comenzó  entre pasaportes y tarjetas de embarques. Fue un día cualquiera, un año cualquiera, a la hora que tuvo que ser.
Siempre lo supe: me encantaría Londres, incluso antes; también después...
Your name?, preguntó, y  me perdí en su sonrisa. Hablaba español...
Silencios, Susurros, simpático acierto... ¿Algún error?
Alguna noche, cada mañana; el tan esperado beso y el más triste adiós.  
Dejé de soñarlo, dejé de esperarlo y volvió, y se quedó para siempre, por un ratito... 
Nunca me gustó Amelie; no creo en la magia animada y, sin embargo, creí en París. Amé Paris. Odié Paris...
Más de tres despedidas, dos de hasta luego; dos de hasta siempre...
A veces las más lindas historias no tienen  los mejores finales; como esa peli perfecta que termina mal... O bien, desde otro punto de vista (francés).
Cualquier final nos desequilibra, nos perturba, nos llena de miedos, de broncas, de dudas y  nos devuelve a ese espacio seguro donde fuimos felices, un rato...  Como aquella tarde, como  su madrugada; como  la mañana que muy insolente asomó. Como  su abrazo, como sus ojos; como  sus " tú" y  mis "vos"... Hamaca que deambula en "te quieros" y que inevitablemente termina en adiós.  Y nos empuja más lejos, a ese terreno que no soñamos, que nunca elegimos y sin embargo, está ahí, aquí, esperándonos.   Despiertan los sueños,  se rompe el hechizo, la locura se vuelve insana.
Nos refugiamos bajo las sábanas, como cuando éramos niños, para calmar el dolor... y los miedos. Y entonces descubrimos que nuestra cama de grandes, no tiene el mismo poder..  Algo se quiebra con el reloj: ¿la magia? ¿la suerte?
Lloramos, nos enojamos y nos respondemos preguntas que no nos atrevemos a hacer. 
Pero algo nos interrumpe, es ese hada que huyó de París, que vuelve.  Nos toma la mano y nos invita a viajar...  y le decimos que sí, sin dudarlo. No puede decirnos dónde, pero nos promete algo que decidimos creer:  siempre podremos reír...

Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...