Dialécticas

Sabía que estaba ahi, siempre lo supo. Fingía que no lo veía pero ello, pese a su voluntad, no lo volvía invisible. 
Se recostó sobre su cama y permaneció así... un momento. Al cabo de unos minutos optó por hacerlo:  abrió de una vez el cajón y liberó el libro. La adrenalina recorría su piel y a penas podía domarla. Decidió rendirse, una vez más a esa colección de palabras que, sabía, no relataba una historia sino que, más bien, saturaba de retórica decenas de páginas blancas.
Reconocía el peligro que representaba tenerlo tan cerca... También su debilidad por las metáforas (y los paréntesis).  Tendría que haberlo devuelto a aquel cuarto,aquella tarde, en lugar de ocultarlo en ese cajón que, sabía, no la protegía.
El vaivén de cada línea onduló su firmeza y la mudó de rectángulo y, aunque era un espacio habitual, improvisó cada punto y cada línea, sin programar la cohesión.
Sucumbió ante el manuscrito sin prisa, ni pausas; se dejó vencer por la dialéctica. Sus libros no eran equivalentes o, quizá, era ella quien no lo admitía...
Luego de tantos veranos aún la seducía el relato. No tenía caso negarlo; lo había relegado 100 veces, mas 101 veces más, lo había devuelto a sus manos...  Si acaso pudiera eludirlo... La superaba, la desbordaba... la conducía... y pese a sus tantas excusas... la confundía...
¿Por qué permanecía tan cerca, tan suyo... tan ajeno? Por qué tan añejo reloj  lo retenía...? Odiaba repreguntarse y analizar para discutir aquello para lo cual, sabía, no tenía veredicto ...



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