A mi las vacunas no me hacen efecto. No sé de dónde proviene el
antojo pero es así: no genero anticuerpos. Con las emociones me pasa algo similar: las conozco pero... no las prevengo; sé cómo puede ser, imaginarlo -quizá- mas nunca -jamás- preverlo. Es como que mi inmunización se volvió inmune (¿permeable?) a los malestares
varios que -día a día- enfrento...
"Soy el elefante blanco de las emociones ajenas", aseguró él, aunque el suyo no era blanco en verdad; yo me apropié su metáfora, asumí un color y le atribuí un pretexto. No puedo asegurar si era tal el eco que quiso iniciar Raúl, pero supe -apenas leí- que describía mi psiquis (mi expectro)...
"Soy el elefante blanco de las emociones ajenas", aseguró él, aunque el suyo no era blanco en verdad; yo me apropié su metáfora, asumí un color y le atribuí un pretexto. No puedo asegurar si era tal el eco que quiso iniciar Raúl, pero supe -apenas leí- que describía mi psiquis (mi expectro)...
Yo soy ese
elefante blanco que baila para todos y para mí permanece ajeno; como si perdiera interés (o efecto). El elefante que siente culpa, duda y miedos, como si faltasen vacunas; como si nada pudiese hacer al respecto;
como si cansado ya de bailar, pefierese -sin más- navegar, en el aturdido mar, fluctuante e inquieto.