Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no lo tomes a mal". Yo estaba sola en la calle, esperando un auto para ir a un cumpleaños y solo atiné a responder, total y absolutamente aturdida: "Papi, ¿sos vos? ¿Sabés quién soy yo?", con la voz entrecortada y un millón de palabras tejiéndose detrás de mi frente. "Sí, mi amor, todo el día me acuerdo de vos", respondió, y yo me mantuve en pie solo porque no había quién pudiera levantarme, pero juro que salí de mí. Fue tan grande la emoción que no atiné a reparar en que me había llamado Lucrecia. Casi que no me importó; ¿qué digo "casi"?: no me importó una mierda. ¿Y cómo tomarlo a mal? ¿Era realmente él? ¿Volvió? ¿Es acaso posible? 

Hace ya casi un año que mi papá no es él; dejó de caminar, de comer, de reconocer... de ser; deambuló por hospitales, lo vieron decenas de médicos y nadie nos dio solución; hasta osaron sugerir que debíamos resignarnos, pero nadie se resignó... Sospecho que fue lo más triste que me ha tocado vivir; pararse frente a alguien que amás y que te diga sin culpa alguna y con total honestidad que no sabe quién sos te destruye el alma; te la parte en mil pedacitos chiquitos que no se pueden unir. Recuerdo que la primera vez que me lo dijo, fue eso lo que sentí: algo se rompió dentro de mí y permaneció así, roto y desparramado, hasta el sábado 6 de abril, en que decidió despertar para pegarme los pedacitos.

No sé cómo interpretar esto que estamos viviendo; una mezcla de confusión, ilusión... y miedo. ¿Es verdad que regresó? ¿Entonces no hay vuelta atrás? ¿Cómo saberlo? Solo sé que a partir de ese sábado me despierto soñando que sí, que es real, y cuando alguien de Azul lo confirma, respiro aliviada y sonrío... Y deseo con todas mis fuerzas que para siempre sea así; que pueda volver a mirarlo y contarle todo lo que antes no pude: lo que avancé en la facu, que me saqué muchos dieces, ¡que aprobé lengua 6!, que estoy pensando en mudarme... Que aprendí tantas cosas...  Que lo extrañé horrores, que lo quiero con toda mi alma y que mi mundo se llenó de color, desde que pudo volver a pararse, volver a llamarme "hija" y recordar quién es él.


Entre el silencio y tu no

 "¿Sabés quién soy yo?", pregunté con la inocencia de una niña que no conoce de penas; él me miró bien fijo y respondió que no, y entonces un millar de flashes se enredaron en mi frente: la pollerita a cuadros celestes, los paseos de su mano, los refranes oportunos, el parque, la complicidad, los antojos dulces, sus "te quiero"... En realidad, él era más del "yo también", o de "y... un poquito", con cierto tono jocoso, pero estaba bien... Me había acostumbrado ya a su mirada triste, a su pisar más lento, a su cojera y hasta a sus quejas, reclamos y cambios de humor, pero a esto no puede uno acostumbraste; a esto, no.

¿En qué putísimo instante se fue todo al carajo? Lo recuerdo cabizbajo, levantarse con pesar y dolor... Juro que hicimos todo lo que creímos correcto. Pero no alcanzó...

Pasaron muy pronto los días, los meses y la respuesta jamás cambió. ¿Qué duele entonces más: creer que sí o resignarse a que no? Si de repente yo siento que es él; cuando me mira  y me guiña el ojo, cuando al descuido me llama "nena" o "mi amor"; aunque entre medio deambulen duendes, hadas y algún que otro motor...

Yo creo que es algo complejo explicar lo que pasa al escuchar la respuesta; es como perder de repente el abrazo seguro, el refugio, el mundo de lo conocido, ¿el amor? No importa la edad que tengas, en ese preciso instante volvés a tener 4 o 5, en tu casa de la infancia, en un domingo de sol...

Hace ya tanto no te veo sonreír, te extraño tanto, papá: me hacés tanta falta, viejo... ¿Sabés que este año me saqué un montón de dieces? Qué putada del destino no compartirlos con vos... ¿Será que es acaso egoísta querer traerte de vuelta, cuando en tu mundo el dolor no duele, el pesar no pesa  y el miedo no tiene voz? ¿Cómo hago entonces para evitarlo, si  siento un cielo vacío y una aflicción en el alma desde que dijiste que no...? Solo quiero escuchar de tu boca decirme que soy tu hija; que me pidas un chocolate (o helado), que pelees otra vez a mamá, que solo vive para tu vida;  que puedas ponerte de pie y volver a alentar a Ortelli; y que comamos asados y putees con furia porque se te cae algo y que nos riamos otra vez de todas esas cosas insensatas que daban sentido a  mi mundo, cuando todavía eras vos...

Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...