Esquivos...

y sin meditarlo siquiera  se apresuró a besarlo; su mano otra vez en su rostro; su labio, una vez más, en sus labios.
Todo lo que había pasado hasta entonces había sido un paréntesis, desde la última vez. Le divertía pensar que lo era, que solo aquellas horas eran auténticas, las que pasaban juntos; solo los dos, con idéntica complicidad (sin testigos). Pero el reloj, no obstante, sabía... jamás había sido su aliado.
Aquella noche él no encontró excusa y ella ... ella decidió hacerse eco de sus ganas, como a veces; como algunas veces en las que finge creer (o soñar) que al menos en ciertas pausas, es completamente suyo...
Y entonces, una vez más, los susurros, las caricias y el más solapado de los silencios. Siempre fue así porque, pese a lo mucho que hablan, nunca se dicen nada... El simula no sospechar; ella insiste en engañarse, como si acaso así pudiese disfrazar lo que siente.
De tanto en tanto se jura que no, que nunca más; que ya no tiene sentido. Pero la obtusa razón a penas trasciende... y se apaga...
Se muere de ganas de abrigar sus temores, de eternizar esas horas... de acompañar sus silencios. En cambio decide escapar y limitarse a soñar, sin jurar, y a acatar, de tanto en tanto... sus mismas perpétuas ganas...

¿Cuándo volvés, papá?

Mirada distante, pisada más lenta y la más tierna de las sonrisas... en pausa. En pausa también tus ideas, tu ingenio (tus ganas).
Un zapping constante, sin tregua, con ritmo (sin calma).
La queja arbitraria, el brillo opaco en tus ojos y las emociones... erráticas.
Extraño tu ritmo pa, extraño tu fuerza, tu vehemencia, tus ganas...
¿Qué estas esperando papá? Pasaron ya... tantas mañanas y tantas tardes y tantas noches y tantas más madrugadas que ya este silencio en tu ruido desarticula mi sueño y enreda de a poco mi alma.
Extraño tu gestos, extraño tu risa; extraño tu garra; tu ímpetu, tus refranes... tus mañas; las lindas, disparatadas (y sanas).
Extraño tu abrazo papá, extraño tu hazaña;los años en los que el reloj no quemaba; cuando  sus inquietas agujas jugaban, y distraían tu soles, tus sombras, tus miedos (tu alarma).
Ya quiero que vuelvas papá, que vuelva tu risa, tu luz, tu mirada. Que vuelva el que me ayudó a caminar cuando los pesos pesaban; el que me apoyó en mis deseos, el que me bancó en mis errores, me levantó en mis caídas y que tan solo por oír mi voz, me escuchaba...
Estoy esperando que vuelvas; no quiero ni comas, ni líneas, ni pausas; quiero un paréntesis eterno, quiero una hoja sin manchas; quiero una risa con eco y la más linda de todas las curvas, junto a tu boca (en tu cara)
Dale, ya somos muchos aquí y estamos ansiosos por volver a verte,  ¿Qué te parece mañana?

Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...