Entre el silencio y tu no

 "¿Sabés quién soy yo?", pregunté con la inocencia de una niña que no conoce de penas; él me miró bien fijo y respondió que no, y entonces un millar de flashes se enredaron en mi frente: la pollerita a cuadros celestes, los paseos de su mano, los refranes oportunos, el parque, la complicidad, los antojos dulces, sus "te quiero"... En realidad, él era más del "yo también", o de "y... un poquito", con cierto tono jocoso, pero estaba bien... Me había acostumbrado ya a su mirada triste, a su pisar más lento, a su cojera y hasta a sus quejas, reclamos y cambios de humor, pero a esto no puede uno acostumbraste; a esto, no.

¿En qué putísimo instante se fue todo al carajo? Lo recuerdo cabizbajo, levantarse con pesar y dolor... Juro que hicimos todo lo que creímos correcto. Pero no alcanzó...

Pasaron muy pronto los días, los meses y la respuesta jamás cambió. ¿Qué duele entonces más: creer que sí o resignarse a que no? Si de repente yo siento que es él; cuando me mira  y me guiña el ojo, cuando al descuido me llama "nena" o "mi amor"; aunque entre medio deambulen duendes, hadas y algún que otro motor...

Yo creo que es algo complejo explicar lo que pasa al escuchar la respuesta; es como perder de repente el abrazo seguro, el refugio, el mundo de lo conocido, ¿el amor? No importa la edad que tengas, en ese preciso instante volvés a tener 4 o 5, en tu casa de la infancia, en un domingo de sol...

Hace ya tanto no te veo sonreír, te extraño tanto, papá: me hacés tanta falta, viejo... ¿Sabés que este año me saqué un montón de dieces? Qué putada del destino no compartirlos con vos... ¿Será que es acaso egoísta querer traerte de vuelta, cuando en tu mundo el dolor no duele, el pesar no pesa  y el miedo no tiene voz? ¿Cómo hago entonces para evitarlo, si  siento un cielo vacío y una aflicción en el alma desde que dijiste que no...? Solo quiero escuchar de tu boca decirme que soy tu hija; que me pidas un chocolate (o helado), que pelees otra vez a mamá, que solo vive para tu vida;  que puedas ponerte de pie y volver a alentar a Ortelli; y que comamos asados y putees con furia porque se te cae algo y que nos riamos otra vez de todas esas cosas insensatas que daban sentido a  mi mundo, cuando todavía eras vos...

Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...