Hasta siempre, adiós...

Se levantó decidida y de un enèrgico salto, salió... Caminó muy de prisa, no quiso mirar por su hombro y, simplemente, avanzó.
¿Estaba segura? No.  Pero jamás lo había estado y, en cambio, sabía, sería lo mejor...
Lo había intentado ya cientos de veces, lo había ensayado e incluso... Había escrito y borrado sobre ese único guión...
Los últimos pasos fueron los más difíciles. Volvió a preguntarse si acaso era eso lo que quería. Un monosílabo opaco le respondió.
Recordó una y otra vez cada escena, repasó en 3 minutos todo el libreto, coma por coma; renglón por renglón.
La puerta siempre encimada y la ventana,pequeña, siempre a medio cerrar. En cada peldaño volvió a meditarlo y al ingresar a ese cuarto se le cortó la voz.
Una vez más, frente a sus ojos; donde aquella última vez lo dejó.
 Respiró muy profundo y acarició su mejilla, mientras juraba  (enojada) que ya no lo volvería  hacer...
Temblaba su pulso, sudaban sus dedos. Se sentó lentamente y volvió a tomarlo en sus manos; una mirada escéptica y triste la acompañó.
No podía evitarlo... ya no.
Con actitud decidida se puso de pie y, sin dudarlo, siguió. Se arrodilló lentamente y retiró la alfombra, aquella que tantas veces pisó. Un aire helado le acarició la cintura y sin consultar, la abrazó.
Estaba oscuro allí abajo... Respiró muy profundo y entre provocadores flashes, por fín, se atrevió: tomó el gran libro con ambas manos y sin murmurar, ya sin dudarlo siquiera, lo arrojó...  No se escuchó ruido alguno y pese a su enorme esfuerzo, tampoco lo vio...
Cubrió nuevamente aquel hueco con esa misma alfombra y con idéntico ímpetu se puso de pie, y salió. Dio media vuelta solo para a mirar ese cuarto; la seductora ventana y ese cobarde escalón...
La vuelta a casa  fue más pausada, más lenta (no lo advirtió). Un aire difuso recorrió su espalda y una nostálgica brisa le abrigó el corazón... Cerró nuevamente sus ojos y acarició sus mejillas... Ya nada podía hacerse; allí no cabía "hasta luego", aquello había sido un adiós...

Enfoques

No importa cuánto nos duela el adiós, cuan hondo se cale el sentido; el eco opaca su voz, el mundo no evita el destino: su eje resuelto y usual lo invita a girar, sin parar, con homónima intensidad ( idéntico afán), desvergonzados ruidos. El desafío es, quizá, ese capricho (mordaz) que nos sugiere encajar, con todos nuestros desvíos...
El tiempo nos hace pensar y nos invita a buscar, para volver a encajar y así, ya sin dejar de girar, nos atrevemos a ser porque, mucho mejor que vivir, es que nos sintamos vivos....

Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...