Ensayos de cuarentena

Siempre amé estar en casa; quizá porque la vida que llevo me "fuerza" a estar lejos de ella, durante gran parte del día.  Lo que jamás programé es permanecer aquí, todas las putas horas y total-mente sola, durante 14 días...
Para los que no me conocen, hace ya 9 años que vivo en un depto pequeño; un mono acogedor que, aunque jamás fue mío, lo convertí en mi hogar... Ahí supe vivir de todo: me enamoré, extrañé; pinté y despinté; me enojé y grité; escribí y borré; amé fuerte la soledad y me aterró -alguna vez- estar para siempre sola.  Lo cierto es que, con 37 vividos, uno va a aprendiendo a ser...
Los primeros 2 días fui realmente feliz: me dediqué a descansar, a limpiar bien a fondo la casa y a desinfectar, también, cada elemento "cruel" que venía del extranjero y eso me incluía a mí, así que...  También yo necesité limpiarme. Y empecé a llorar... y lloré  y lloré, con poco menos glamour que viendo la 5ta Avenida pero con similar frustración a la que le convidé al Starbucks;  porque no lograba dilucidar como tanta ilusión y esfuerzos podían fundirse así: en horas de incertidumbre y bronca; en vuelos frustrados, teatros cerrados y alturas que no llegué a conocer... New york es maravillosa pero llegó a aterrarme y quise desaparecer. Entonces no sé si fue Dios o alguno de mis angelitos quien me tomó de la mano para traerme de vuelta; lo que más fuerte anhelé... Digamos que en ese contexto, mi hogar era lo más seguro; también lo más esperado y por suerte el bendito escenario dónde decantó el show; esa mezcla de angustia y alivio que aun no consigo creer... Y me abracé a ese mix, para volverlo más mío...
Al cabo de pocos días, entré a desesperar, otra vez: ¿Iba a aguantar tantos días? ¿Sin comprar una puta verdura, sin verle la cara a nadie, sin entrenar como loca, sin tomar aire de afuera, sin ver -siquiera- el sol...?  Y sabrá Dios como fue pero me fui adaptando: reorganicé, primero, los muebles; moví una firme estructura y comencé a entrenar. Sí, en un cuadradito ideal de mi modesta cajita, con rutinas en papel y robadas, a seres que, lejos mío, me han hecho gran compañía, tan solo pudiéndolos ver...
Lo de comprar, en verdad, me resultó más complejo; quizá porque nunca me organicé de ese modo y siempre adquirí, de pasada, antojos que no calculaba y que quería tener... No obstante la realidad, suele la necesidad volverse un poquito hereje... Y me dejé convencer...
Aquello del aire y el sol es algo más complicado: tan solo un balcón limitado que a penas me deja ver; así que cambié esa luz, por lavandina y esponjas y lustro lo ya lustrado; como una suerte de auxilio (de oasis ya transitado...) que Freud ni condena ni afirma y a mí... me hace super bien...
A las personas, ya ven, las mueve la tecnología, que acerca o aleja a su antojo; según le dejemos hacer...
Yo sigo logrando encontrarme, revalanseándo valores, adjudicando escalones y casilleros con nombres, según corresponda tener... Queriendo aprender -por fin- que no siempre lo superior es lo que ya conocemos; que hay cambios que nos merecemos... Aunque nos cueste entender...
Y fueron pasando los días, ¡y estoy en el día 12! , surfeando las últimas olas, con ansias y ciertos miedos de reencintrar este mundo que, ya renovado y austero, nos dictará quiénes ser...


Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...