De mares, de oasis, de islas

"Poder decir adiós, es crecer". Gracias, Gustavo, por ayudarme a entender que, aún con mi "metro cincuenta y dos" (o cincuenta y tres, según como venga el clima...) aún se puede ser alto. 
No, no es que sea fan de los "chau", de hecho, me cuestan bastante las despedidas pero sucede que, de un tiempo hasta hoy, no queda otra alternativa...
Dicen que si no aprendiste una parte, insiste la vida en repetirterla, como para que te quede claro, esta vez, lo que -quizá- no sabías... A veces, más que ignorar, se trata de querer creer, aunque en el trayecto cruel dejemos un poco la vida... Es que, cuando se trata de ser (de querer) no hay ley que no los prohíba y vamos así, otra vez, jugando a creer que, por fin, la historia será distinta; quizá por una ilusión, por pasión o vaya saber uno qué pero nos arruina... Y ahí sí: "¿Para qué?", "Ya no más", "Me cansé" y otro montón de mentiras... Hasta volver a soñar y, sin querer (sin notar), jugarnos otra partida; un poco más rotos que enteros, volviendo a confiar (sin valijas), sin resistir grabación (sin oírla) porque eso es -ni más ni menos- vivir: luchar, intentar y surfear, mientras haya olas, la vida.

Sin puntos, sin ceros.

(...) Como si acaso se sintiese igual que el aroma del sobre y la tinta apretadita con fuerza, como evitando que las palabras se escurriesen del papel; el amor que viajaba incómodo entre renglón y renglón y la emoción de leer y responder -felices- cada punto y cada coma, y rellenar los huecos vacíos con besos dibujados y sueños de mil colores distintos...
¿Y la adrenalina de encontrarlo otra vez? Lo habíamos visto una vez (o dos) en el boliche del pueblo. Con suerte, sabíamos su nombre, su apellido o alguna seña particular que nos ayudara a ubicarlo: "Es el panadero de la calle Colón", "El chico del perro"... "El hijo del cliente de tu papá"... "Va al Nacional" ... "Va todos los domingos a la plaza...". Porque, claro, plazas hay muchas, pero la del domingo, sin duda, era esa. Jugábamos a los detectives y a descubrir (de a ratitos y en vivo) detalles que nos acercasen más...
¿¡Y revelar una foto!? ¿Se acuerdan? Terminar el rollo y llegar ansiosos a la casa de revelados, esperando encontrar esta foto increíble que quizá... quizá nunca salió, o salió cortada o bastante distinta de lo que recordábamos ser...
Llamar por teléfono era toda una aventura. Sí, lo dicen todos pero en casa (y no es por mandarme la parte...) la cosa se complicaba aún más, porque no solo te atendía mamá (o papá) sino que, durante algunos años, compartimos la línea con el taller y ahí... ahí te atendía mi tío y avisaba -con un grito y de la escalera- que nos habían llamado... La discreción se esfumaba y, con ella, todos nuestros "no sé".
Ahora, el mail, el whatsaap, las fotos digitales y las redes nos simplifican bastante el laburo y ¡ojo! no es que lo vea mal pero a veces me gusta recordar esos años en los que -apenas más joven que hoy- la inmediatez era solo un sueño y vivir se parecía bastante más a una aventura, repleta de detalles pequeñitos que me hacían grande, sin siquiera sospecharlo; sin ser, siquiera, mayor...


Life... oh life... ❤️

Aufwiedersehen, bonita...

No tiene que ver con vos, sino conmigo; con lo que soy, lo que fui... lo que elijo. Sí, lo sé, sos increíble pero... no me alcanza (perdón). Sé que afirmé -sin dudar- todo lo que amo en vos que, has de saber, no cambia; es que te falta una parte de mí, la división de mi ser que ya... que ya me abraza; el aire que me da vida, cuando me quedo sin voz, la risa que me alivia el alma cuando me dicen que no y la grandeza de lo pequeñito, que no reclama atención... Sí ya sé, tampoco alcanza pero al final descubrí que tu báscula también era coja y la ecuación no me daba, el balance flaqueaba... no me quedaba otra opción. A veces, el donde se vuelve accesorio, cuando le falta el timón...
Te juro que no fue fácil; te puedo hablar del insomnio, el llanto, la bronca y hasta la explosión y, aunque bailaba mi alma al imaginarme a tu lado, se me partía en pedazos al proyectarme con vos. Te juro que en algún momento te ofreceré una tregua, te abrazaré como nunca... te pediré perdón pero hoy, Deutschland, debo decirte "hasta luego", poner en pausa este sueño y abrazarme a lo que yo soy...

De piezas, de huecos... De ruidos.

A veces, nos sentimos completos y otras, no queda más que juntar todos nuestros pedacitos para volver a crear -sin temor- uniendo las piezas cojas que ya no encajan. No puede ser de otro modo: una vez que se desarmó, ya nada volvió a ser lo mismo; es como si en el trayecto se perdiese algo o, acaso, -quizá- se evaporase el hechizo... 
Los rompecabezas son siempre así: nos instan a romper la razón para rearmar los sentidos... No, no todo se trata de vos (perdón); hay una pieza renga que ya no ensambla y yo, con los sutiles recortes de mi osado mapa, aún no decido que hacer...
Quizá esto de cambiar nos desafíe un poco; es como decir ya no más y luchar, sin cesar, para callar el sigilo, que te atormenta sin luz, sin razón... sin permiso.
A veces, cuando se pierde el encanto no importa cuántas fichas haya, no hay modo de volver al principio. Y está bien que suceda así (aunque duela, un poquito); es la manera que tenemos de ver que es urgente vivir, con ganas, sin pretextos... con motivos. Aunque ahora me encuentre así, fluctuando incesante entre los extremos rivales del mismo camino; llorando de bronca, riendo de ganas, pensando que no, sintiendo que sí  y rogando que por favor (por fin) todo el difuso barullo encuentre su justo sentido; aunque a veces no pueda explicar y otras no quiera querer y siempre -sin más- sea el obtuso silencio quien cause los mayores ruidos...

El sol, la vuelta... el mareo...

Cumplir años siempre me enajena (un poco); no hay una sola vez (de todas las 36) que no haya vivido lo mismo. No sé si será profecía, azar o acaso la mera costumbre de reiterar -sin cesar- secuencias que enredan y cansan los hilos que unen, destejen (y atan...).
A lo mejor tiene que ver con el sol (y la vuelta que vamos dando...) o quizá fue esta vez la luna o Aries o qué se yo... pero pasa...
Es como si crecer nos obligase a ir por más y nosotros... no nos sintamos de acuerdo o al menos -quizá- con miedos.
Cuando era chica (y estimo que no es singular...) me imaginaba distinta; ni mejor ni peor que hoy, tan solo menos igual de lo que ahora me veo y no es que lo quiera cambiar (y no paro, ya ven, de negar) pero, simplemente, no entiendo.
Hace unos días soñé con mi ser y no es por narcisista en verdad pero se los cuento: pude mirarme a mí, desde allí; otro cuerpo.  No era importante la escena (en realidad no recuerdo). En ese momento fue como morir; hoy que decido vivir, elijo reinterpretar el cuento...
Dicen que todo cambio nos lleva a pensar de más (o de menos...) y yo ya no quiero pensar, ni esperar... ni soñar... ni quererlo, aunque parece que de eso se trata el estar aquí, entre medio; como una suerte de nexo vulgar que desconecta y bifurca, creando un montón de puentes que nadie -jamás- los cruza...
Se que le debo a los griegos un poco más que los mitos: el aire ya ven, con figuras,  que aspiro, respiro... y disfruto.

Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...