Vaivenes

La sedujo la luz, ese pequeño haz que se asomaba sin prisa debajo del vidrio. Juraba haber apagado el farol antes de dejar el cuarto. No se alarmó y, en cambio,  se  preguntó si sería muy pronto...
Con tantos libros en los estantes, ¿por qué, otra vez, aquel?. Conocía la respuesta, pero le resultaba imposible explicarlo. Sabía que no era real, que no debía creerlo y sin embargo... creyó.
Quizá si esa noche no hubiese esperado... si acaso esas líneas no hubiesen gritado... Desautorizó las hipótesis; incluso si pudiese cambiarlo, no lo haría. Repetiría cada segundo, cada momento... cada mirada...
Estaba allí, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo...
Un agridulce incómodo sincronizaba sus miedos, que habían mutado, que casi no hablaban, y que aparecían, en cambio, para afirmar su dominio.
Volvió a recordar esa tarde que decidió dejarlo... La angustia, las dudas... Habían pasado ya meses...
El libro sobre su falda, la mirada atenta y... no se atrevía a avanzar. Volvió a interceptarla el final; ese villano ambicioso que sobrevolaba inquieto cada linea. Lo había burlado una vez pero... no duraría por siempre. Lo sabía.
Hojeó las páginas, calculó las horas y suspiró. Cerró sus ojos, repasó escenas; investigó el guión... De pronto lo supo:  no era capaz. Aún no...
Separó el texto de sus rodillas, se puso de pie y huyó...

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