Me desperté confundida, deliberé
un momento. Encendí la tele -ganó el
silencio-
¿Cómo fue que sucedió? (¿cuándo?). No entiendo.
Analicé mi vida... Me sumergí en mil recuerdos. Volví a contrariar arbitrajes, violentos, y los caprichos biológicos que osan burlar mis
intentos.
Miré alrededor.
Busqué excusas… Quise llorar. Sentí miedo...
¿Dónde se escriben
las páginas que van dirigiendo mis sueños? ¿Soy yo quién decide mi espacio, mis
días... los retos?
No es que no quiera
crecer es que... no encajo en aquel bosquejo. Abro mis ojos, contemplo; observo
las luces, las sombras y… no son mis
antiguos proyectos. Le faltan líneas, les sobran puntos… me enredo en absurdos extremos.
Miro a mi alrededor. Medito, discuto... me niego… Paseo en los mismos parques, me hamaco en los mismos juegos.
Los niños se asustan a oscuras; los grandes no
lloran por miedo. Los niños no esperan abrazos; los grandes... no buscan
pretextos. De niños mezclamos caminos; de grandes... rondamos los mismos
senderos. De niños queremos ser grandes, de grandes... quisiéramos detener el tiempo...
Conservo la misma
altura y tengo los mismos miedos.
Me abriga mi casa de niña; me acosan los mismos deseos...
Supe que Peter
Pan no quiso asumir el reto. No creo ya en Disney World, lo siento. No puedo engañar al reloj (y tan desalmado exceso), pero el idioma es flexible y más aún, los dialectos y la semántica admite,
diversos giros y vuelcos. Así es que encontré alternativa, a tan hostil sufrimiento. No tiene sentido penar, por una serie de "acentos": ¿Qué tal si en lugar de mayores, nos llaman menos
pequeños...?
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