Felices días, papá

La primera vez que nos vimos dormía. No soy capaz de jurarlo pero... apostaría que, en ese primer momento,  quien lloraba eras vos.
Estuvimos en ese cuarto unos días y luego nos fuimos juntos, los tres. Creo que me cargabas en brazos y juro que esa tarde, no fue la única vez. Soñé tantas veces sobre esa falda...!
Fuiste el primer señor que me tomó de la mano y, acá entre nosotros, también mi primer amor; mi cómplice y mi abogado en todas las causas (y en innumerables noches, frente a un obstinado fiscal). 
Como todo amor, no siempre resultó perfecto... Todavía me enojo contigo, ya no porque no obtenga un permiso, sino porque esos no, arbitrarios, hoy te condenan a vos.
Tu paso es distinto, tu humor... no es constante y opaco es el brillo en tus ojos y la melodía en tu voz... Tu risa y tus ocurrencias bastan para aliviar cada peso y una sola de tus palabras sabe aplacar mi temor.
Me gusta imaginar que desaparece el camino; que ya no se asoma ese abrazo, el último beso y ese implacable nudo que, luego de 12 veranos, aun me entrecorta la voz. Claro que, así, subestimaría,  quizá, cada minuto contigo; la magia de cada cena, cada sonrisa, cada opinión...
Ya no descanso en tu falda ni me llevas de la mano... No puedo dormir en tus brazos ni improvisar un berrinche, para atraer tu atención. Mas, cada domingo en mi año, sueño que almuerzo con vos.
La vida me convidó tu impaciencia, tus gestos, tus mañas y una conexión que nos une, desde aquella primera tarde, en las peores tormentas; ante cualquier temporal...
Anhelo que la alegría te invite  a pasear a su lado, pero no solo por este día, sino en cada uno de ellos; desde ayer y para toda la vida y así, por azar, ver inclinar la balanza hacia ese otro costado  (aquel que te abriga a vos).




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...