Bis...

Al cabo de algunos días volvió a asomarse... Juró y re juró que ya no lo haría y en cambio... Volvió.
Era distinto, sabía y sin embargo... Idéntico era el dolor...
La misma ventana a la misma altura; un poco más alto, el mismo escalón. Respiró hondo y se armó de coraje. Escaló con paciencia y entró.
El cuarto aún estaba oscuro, tal cual cómo lo dejó y percibió otra vez ese frío; ese helado susurro que una vez más la atrapó.
Cruzó por aquella puerta y se sentó en la cama; miró de reojo ese hueco, detuvo su aliento y lloró... Casi un millar de imágenes se aventuró en su frente y junto a cada recuerdo se le empañó el corazón... Volvió a sentir el vacío que también sintió aquella tarde, cuando arrojó ese libro; la misma tristeza... El mismo temor.
Estuvo unas horas mirando ese hueco, el que cubría la alfombra que jamás destapó... Se le cortaba la voz mientras juraba en silencio y en cada suspiro repitió su nombre y junto a sus letras... Un no...
 Flaqueaban sus piernas, dudó su coraje,  temblaba de miedo... Y amor.....
Supo al pasar unos días que ya no debía intentarlo... La más dulce de sus sonrisas quedó sepultada en la alfombra; sus ilusiones y sueños se ahogaron sin tregua en ese agujero infinito, sin sol...
Se puso de pie y regresó a la ventana, mientras volvía a jurarse que ya no cabía otra opción.... Habría entregado sus noches por encerrar sus recuerdos, junto a esa misma cama, a un lado del mismo hueco... Junto a ese helado refugio que supo asfixiar su pasión...
Odiaba las despedidas, más nada podía evitarlo; no habría tenido elección... Tras superar la primera, se aventuró a la segunda y lentamente... siguió... La cuarta, sin dudas, fue  muy difícil, la que más dentro suyo caló. No había rencores, ni enojos;  sólo tristeza, cariño y el más demorado adiós....

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