Colinas... caminos...

Entre colinas y rutas perfeccionó su bosquejo, día tras día, noche tras noche y vez por vez...
Sus ojos guiaron sin prisa cada pisar en sus pasos y una monótona curva delineó con ternura sus labios, a toda hora, en cualquier lugar. Solo tomó precaución frente a imprevistas neuronas: en tan onírico duelo no hubo hueco para la razón.
De pronto ... Decenas de flashes inquietos reorganizaron el tiempo, esa ambición tan furtiva que nunca aprendió a esperar; agujas tan poco audaces no osan admitir sobornos y ya no lo pudo evitar: Descalza, frente a la misma ventana, con las mejillas ya naufragas de tanto nadar, volvió a reencontrar ambas tapas...
Aturdida por el silencio abandonó una vez más aquel cuarto; deambuló sola y errante durante largas horas, entre un millar de personas y decidió no pensar... Solo esgrimió con certeza lo único que siempre fue claro: hay que saber esperar...

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