Quiza sea siempre ese no aquel que ose salvarnos, cubrir la piel de cosquillas y el cuerpo entero de un rapaz espejismo... Juramos que buscamos solidez y jugamos a perseguirla, hasta que una rendija mordaz nos asalta, sin pedir perdón (o permiso); porque siempre está ahi, de pie (o a hurtadillas), gritándonos en silencio que es la peor opción, pero también la más fascinante; la que recubre los huecos y engalana el descuido... La que acongoja el alma cuando se esfuma la magia, cuando se agota el sueño, cuando se opaca el brillo... Mas mientras reina el engaño, nos hace vivir, reir, soñar y sentirnos ... casí náufragos rescatados del naufragio cruel del destino...
Cartas y llamados condenados al ocaso, labios que jamás se rozan, dedos ajenos, obsenos (prohibidos), fuera del relato sagaz que se describe en los sueños (también prohibidos), que nos provocan... que no se acaban... que se escabullen, que, mientras dura el hechizo, nos hacen sentir más vivos...
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De penas, de hartazgo... de miedo
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