y sin embargo...

Y ya no reflejo en tus ojos el brillo que supo hechizarme, ni le adjudico a tu risa, sencilla, el eco que osaba abrigarme…

No necesito tu sombra o tu luz (destellos… fugaces).

Ya casi no sueño tus labios ni me dibujo disfraces, para escudar la ilusión que me sitiaba… al mirarte.

Mas… algo me queda de ti mientras intento anularte. ¿Capricho?, ¿manía? ¿Desmanes?

Yo no persigo tus ojos, son ellos quienes me obligan, cobardes, a dilatar mi mirar al entrelazar, un instante.

No soy quien te pide que rías, pero sí quien olvida inmutarse si es que tu muda expresión me desafía a admirarte.

Y no es que yo quiera quererte (si a penas atino a ignorarte). Te dejo. Te voy (Me vas) y vuelves a importunarme.

¿Por qué tú de nuevo aquí? Si antes te despedí... ¿Qué haces? No grites ya, por favor. No hables. No mires, no escuches; no llames. Nos rías, no brilles… No trates.

No puedo asfixiar mis ganas si me entorpece tu aire, si vuelvo a acertar esos ojos (locuaces), mirando sin ver mi mirada, que evade, volviendo a intentar un no verte (mientras se me olvida evitarte).

Y todo lo que intenté y aquello que antes logré ¿no vale? ¿Qué hago con mi ficción, mis males?

Mis sueños (mis ganas de vos) no saben; no entienden, no escuchan (debaten).

Mientras yo juro y perjuro, para volver a negarme.

No basta el forzado silencio; no alcanzan los ciegos portales si debo aplacar mis impulsos, mi antojo de volver a hablarte.

¿Por qué tu de nuevo en mi? ¿Qué haces? No brilles ya, por favor, no trates. No hables, ni grites ni mires…

No escapes…

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