De vivir, de soñar... de intentarlo

Nunca fui buena para el adiós, me cuesta mucho dejarme abrazar y no hay manera de atravesar ese chau -siquiera por lo que sé- si no es con congoja y llanto. Mi vida lo sabe también y estimo que nace allí la tan ambiciosa obsesión de reiterar, una y otra vez, hasta que no duela tanto...
La primera de  todas las veces no fue nada especial; nos conocimos casi al pasar, la última de sus noches en Baires. Él dice que quería algo más (a mi me bastó con el vino).
En la segunda no fue una sino 3 las veces que dijimos adiós; como para probar otra vez, para volver a intentarlo y, como nunca habrá dos sin tres (alle gute Dinge sind drei), existió también la tercera, que volvió a convidarnos un rato...
A veces me gusta pensar que la vida ya planeó todo; que el bus lo dejó pasar, que el tren debía cambiar y que Frankfurt nos ofrecería una tregua; que el dolor que lo retuvo aquí también fue particular, para sentirnos más... para dolernos menos porque...  aunque no me muero de amor, siento que muero de ganas (y miedos)...
No sé si existe el destino; si es magia o casualidad; si existe -quizá- alguien más que teje y desteje los hilos; si es como dice él, desde el sillón con habano, o si es simplemente vivir, lo que nos duele, nos cuesta, nos cambia y nos gusta... tanto...

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