Pero un día... despertás y todo, absolutamente todo, cae a un costado del margen. La perfección se escabulle, los desaciertos desfilan, sin piedad, frente a tu obtusa vereda y la estructura; ese bonito refugio (que supo abrigarte una vez ) huye a hurtadillas, de prisa, de pie... sin clemencia... Y contra todo pronóstico, no morís, sino que renaces, con más fuerza. Descubrís un mundo que, de tan visible, jamás habías notado; te entregás al descuido, al azar... a lo osado; te decidís a vivir y descubrís que fallar nos aleja del fracaso. Y crecés. Y entendés que el azar tiene también cierto encanto; que lo previsible agobia, que las reglas se quiebran y que el error también puede ser un aliado; que nada se aprende siendo excelente (que además no es leal, ni adecuado) y que es un camino con curvas lo que nos vuelve imperfectos; más fuertes, más felices, muy humanos...
E n J o Y * T h E * R i D e*
E n J o Y * T h E * R i D e*
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