El sol, la vuelta... el mareo...

Cumplir años siempre me enajena (un poco); no hay una sola vez (de todas las 36) que no haya vivido lo mismo. No sé si será profecía, azar o acaso la mera costumbre de reiterar -sin cesar- secuencias que enredan y cansan los hilos que unen, destejen (y atan...).
A lo mejor tiene que ver con el sol (y la vuelta que vamos dando...) o quizá fue esta vez la luna o Aries o qué se yo... pero pasa...
Es como si crecer nos obligase a ir por más y nosotros... no nos sintamos de acuerdo o al menos -quizá- con miedos.
Cuando era chica (y estimo que no es singular...) me imaginaba distinta; ni mejor ni peor que hoy, tan solo menos igual de lo que ahora me veo y no es que lo quiera cambiar (y no paro, ya ven, de negar) pero, simplemente, no entiendo.
Hace unos días soñé con mi ser y no es por narcisista en verdad pero se los cuento: pude mirarme a mí, desde allí; otro cuerpo.  No era importante la escena (en realidad no recuerdo). En ese momento fue como morir; hoy que decido vivir, elijo reinterpretar el cuento...
Dicen que todo cambio nos lleva a pensar de más (o de menos...) y yo ya no quiero pensar, ni esperar... ni soñar... ni quererlo, aunque parece que de eso se trata el estar aquí, entre medio; como una suerte de nexo vulgar que desconecta y bifurca, creando un montón de puentes que nadie -jamás- los cruza...
Se que le debo a los griegos un poco más que los mitos: el aire ya ven, con figuras,  que aspiro, respiro... y disfruto.

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