Hasta siempre abu..

     No pude tomar tu mano
para decirte: “Hasta siempre”,
ni acariciar tu mejilla
para rogar que te quedes.
Pero  El Señor contempló tu paso,
marchando ya muy lentamente,
y te abrigó entre sus brazos
para volverte más fuerte.
Fue en una tarde de otoño
y así hubiese sido en diciembre,
idéntico helado sudor
me habría envuelto al perderte.
Sé que no debo llorar,
Pero... Cómo duele...!
Hay tanto que anhelo decirte,
aún no me resigno  a no verte.
Mas ¿ Cómo traduzco el dolor
que hasta la voz me detiene?
Se entrelazan tu risa y mi llanto,
y un río de confusiones
se precipita en mi frente.
     Aún me resuena tu voz
y hasta tu capricho inocente;
eras tal cual una niña:
pequeña, tenaz y ocurrente.
Pero tu experiencia,
que tanto ha de hablar,
tatuó tu peregrinar
y lo volvió indeleble.
     Sé que no debo llorar,
Pero... Cómo duele;
si hasta me parece aún oírte llegar
y conversarme sonriente,
en un domingo habitual,
en un almuerzo corriente,
o en esa esperada cena
que se esfumó sin tenerte...
   Fue en una tarde de otoño
y aún no me atrevo a perderte.
Y no me explico  tu ausencia,
tu hoy,
ni aquel obstinado apuro
que te arrebató de  repente;
sin ese último adiós
que transfigura al presente...
    No pude tomar tu mano
ni suplicar que te quedes,
pero Jesús te abrigó entre sus brazos,
y allí vivirás por siempre...      (abril de 2003)


Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...