Que sepa abrir la puerta para ir a jugar...

Con canela y, si podía -porque seguro quería- también, con dulce de leche, y mucho. ¡Ah! Y tibio, muy tibio (y de la misma olla...). Papá, en cambio, siempre lo prefirió bien frío y, de ser posible, justo después de la siesta. Para mi también, de la olla sabe distinto y, al igual que mamá, no desprecio al dulce de leche. La canela, en cambio, hay que saberla medir y yo, ya lo sabemos muy bien, no entiendo de término medio.
No, no es lo único que me recuerda a mamá, pero el arroz con leche es, y seguirá siendo siempre, sabor a casa. Ahora lo como en frasquito, industrializado y bien light: toda una gran traición para el pobre... 
Yo nunca aprendí a hacerlo. A ver, se muy bien cómo se hace y alguna vez, no hace mucho, también lo preparé para mí, pero hay ciertas fórmulas que no pueden asimilarse; aunque hayamos anotado muy bien cada punto y cada coma, el resultado nunca es igual. "Te salió buenísimo ¿Qué le pusiste, ma?" "Amor", respondía -y lo sigue haciendo-; es su manera perfecta de decir -sin decirlo siquiera- que es el único "principio" capaz de traicionar la balanza... Quizá no sea casual que justo ahí comenzaban las ganas de formalizar el asunto: "Que sepa tejer, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir jugar..." Sí, a mí también me gustaría, aunque nunca entendí muy bien qué cosa tenía que ver el amor con el arroz con leche. Que fuese de San Nicolás no me llamó la atención, por la rima; parece que también en la música se trata de combinar, aunque sean sonidos... Pero el vínculo con el postre nunca lo pude entender... ¿Será que el arroz nos une? "Contigo pan y cebolla", hasta ahí veníamos bien, ¿pero el arroz? ¿Tendrá que ver con los Chinos? Yo creo que por Oriente no ha funcionado mal, aunque la melodía era más bien de  este lado... A mi lo de salir a jugar me encanta, y sobretodo si hay alguien que sabe abrir el "portal"; es  casi como un aval, un permiso, una insinuación que -acá entre nos-  no me costaría aceptar... 
Pero bueno, mientras encuentro la puerta (o cambio la cerradura...), me queda solo el sabor, empaquetado en frasquitos, con el aroma bien trucho y apenas -quizá- similar, que juega a igualar -sin lograr- el insuperable sabor a mamá, en una siesta azulada, en casa.

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