Tan yo, tan ello...

"Amo el alemán; es jodidamente difícil, como yo", deslicé sin piedad (con criterio) y fue entonces en ese momento que quise -por fin- entenderlo.
Existe una analogía implacable entre el idioma y yo, entre sus enredos y mis desastres; entre su precisión y mi código impuesto; entre su manera perfecta de decirlo todo de una magnífica vez y mi ineludible ambición de convertirme en ello... 
"Como el idioma, cuando lo domines, ya no va a ser difícil", me dijo, convencida de una verdad tan real, que asusta...  Como si fuese acaso tan simple como declinar un quizá... Aun con lo dura que me resulta su ley, dominarme del todo a mí sigue resultándome incierto...
"Ocupate de ser feliz, no perfecta", me pidió él, en medio de los mil mapas, los 150 planos, las leyes y los pretextos ...  Feliz, no perfecta, insistió convencido, serio; y yo declinando pronombres, sin más, sin remedio...
A veces me gustaría retroceder hasta allí, al momento preciso en que empezó todo;  cuando era menos yo, y más ella; más sin normas, sin prejuicios... más sin miedos... Allí donde mis sí y tus no determinaron mis tiempos... Allí donde tatué -sin querer- las huellas más categóricas, el juicio más insensato,  el pánico más intenso...  
Ahora me queda el Vielleicht, el Konjuktiv I, el II y cientos -y miles- de acasos, de intentos, más la indeleble ilusión de ser -una vez- como él: tan preciso, tan real; tan jodidamente perfecto...






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