Domingos felices

Mojar el pancito en la salsa es una de esas cosas diminutas que me devuelven a casa; a mi casa de color azul, en un domingo común, antes del nuevo milenio. 
Familia tana si las hay; sobretodo papá: para él, la pasta de los domingos ha sido siempre sagrada y nosotros jamás objetamos aunque ahora (por esas cosas que tiene el azar...) llenó el espacio el vacío, para redundar de retórica... 
De chica prefería los ñoquis o cualquier otra pasta, rellena; Peter no negocia los sorrentinos (sobre todo si son de jamón) y papá se muere por los fuciles; esos tallarines retorcidos como el cable de aquel teléfono, que también supo tener papá, cuando iniciaba el asunto. Luqui y mamá no sé muy bien qué prefieren; supongo que los tallarines pero eso no es lo esencial; lo que yo añoro, en verdad, es ese vestigio de luz que asomaba como al descuido, mientras destapaba la Essen (tenía que ser alemán...) La comida siempre fue responsabilidad de mamá pero en alguna ocasión, dejó la posta a papá para el tuco de los domingos; por aquel entonces se acordaba mejor y lo disfrutaba... tanto... Apenas llegaba yo a la mesada de mármol y ahí me esperaba él, soplando sigiloso un pedacito de pan que me acariciaba el alma... 
La mesa de los domingos siempre fue algo especial. No importaba para nada si habíamos salido (si apenas habíamos dormido): el almuerzo del domingo era tradición familiar y nadie podía saltarlo...  
La Fórmula 1, las chinelas de paño y el Turismo de Carretera; Ferrari y Ortelli, los ídolos de papá; luego de Mouras, claro, que lo llenó de alegría... y pena. 
11 y monedas llegaba Lita, con las rodillas cansadas y la niñez escondida en ese cuerpo de abuela... Y Carmen, claro, que  ya no camina solita pero no falta jamás, sobretodo si vamos nosotros...
Lo de mami siempre fue algo especial: jamás se sienta almorzar cuando ya nos sentamos todos; parece que en ese momento de degustar el manjar, a ella le asoma una urgencia, aunque se me ofuscaría la RAE por adjudicarle ese rótulo... Pero ya nos acostumbramos, como a tantas otras cosas...
Dicen que un momento cualquiera se vuelve en verdad especial, cuando ya no estamos ahí; apenas se vuelve recuerdo y aunque se me nuble la vista y se me corte la voz cuando sin querer, como hoy, por un guisito mas light, se me da por mirar hacia atrás, siempre agradeceré a mi mamá haberme hecho levantar para almorzar todos juntos.

Familia reunida, domingo ideal ...

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