Las lágrimas que no se escabullen ahogan, las voces enmudecidas aturden y el vacío, entre sombras, retumba ... y asusta.
El aire que no respiramos asfixia, las luces que jamás alcanzamos, opacan; los brazos que censuramos no abrigan...
Me azora el silencio, me falta una voz; me eclipsan 2 besos.
Naufrago en obtusos caminos y habito entre redondeles... cada vez más pequeños...
Sublevo 1 adios, subestimé 2 mentiras y refuté 3 reflejos...
Me enredo en inquietos bumerans que escapan y vuelven, de a ratos, y por momentos.
Atroces colinas esquivas y tan caprichosas que... temo. Más, vuelvo a acecharlas, inquieta, como hostigando aquel no, que se apodera del tiempo; mi tiempo...
La aguja no cesa, las luces no brillan y, a diario y sin tregua, me siguen retando los sueños...
De pronto, entre vaivenes fugaces, me atrevo a extraviarme y me encuentro.
Y gritan las voces y abdican los fallos y seducimos destellos...
Entonces, quizá, sin perderme, puedo volver a insistir o acaso, y sin miedo, oso vivir sin creer y transitar... sin más pesos...
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Lucrecia, papá Rubén
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