Muchas gracias Londres; hasta siempre Paris...

Comenzó  entre pasaportes y tarjetas de embarques. Fue un día cualquiera, un año cualquiera, a la hora que tuvo que ser.
Siempre lo supe: me encantaría Londres, incluso antes; también después...
Your name?, preguntó, y  me perdí en su sonrisa. Hablaba español...
Silencios, Susurros, simpático acierto... ¿Algún error?
Alguna noche, cada mañana; el tan esperado beso y el más triste adiós.  
Dejé de soñarlo, dejé de esperarlo y volvió, y se quedó para siempre, por un ratito... 
Nunca me gustó Amelie; no creo en la magia animada y, sin embargo, creí en París. Amé Paris. Odié Paris...
Más de tres despedidas, dos de hasta luego; dos de hasta siempre...
A veces las más lindas historias no tienen  los mejores finales; como esa peli perfecta que termina mal... O bien, desde otro punto de vista (francés).
Cualquier final nos desequilibra, nos perturba, nos llena de miedos, de broncas, de dudas y  nos devuelve a ese espacio seguro donde fuimos felices, un rato...  Como aquella tarde, como  su madrugada; como  la mañana que muy insolente asomó. Como  su abrazo, como sus ojos; como  sus " tú" y  mis "vos"... Hamaca que deambula en "te quieros" y que inevitablemente termina en adiós.  Y nos empuja más lejos, a ese terreno que no soñamos, que nunca elegimos y sin embargo, está ahí, aquí, esperándonos.   Despiertan los sueños,  se rompe el hechizo, la locura se vuelve insana.
Nos refugiamos bajo las sábanas, como cuando éramos niños, para calmar el dolor... y los miedos. Y entonces descubrimos que nuestra cama de grandes, no tiene el mismo poder..  Algo se quiebra con el reloj: ¿la magia? ¿la suerte?
Lloramos, nos enojamos y nos respondemos preguntas que no nos atrevemos a hacer. 
Pero algo nos interrumpe, es ese hada que huyó de París, que vuelve.  Nos toma la mano y nos invita a viajar...  y le decimos que sí, sin dudarlo. No puede decirnos dónde, pero nos promete algo que decidimos creer:  siempre podremos reír...

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