Y un día, al abrir mis ojos,
noté algo ajeno en mi plano.
Fui yo,
eras vos (los espacios).
Las horas, los días, los meses;
los años…
Recuerdo esa mañana, en Azul,
con un bebé entre tus brazos,
(a mi, por ser muy menor,
no me dejaban cargarlo).
Tantísimos juegos de niños,
que no consentían mi paso,
por ser simplemente mujer
(nada de muñecas: autos).
Y entonces cambiaste el pijama,
por pantalones más largos…
Yo casi no supe advertir
que el tiempo seguía avanzando…
De pronto no eras un niño,
¡cargabas tu título en mano!
Alguno te dirá Ingeniero
Te llamarán ¿Señor?
(¡con una mujer a tu lado!)…
Cambiaste tu yo por nosotros,
creciste de golpe… ¡tanto…!
Y solo unos meses atrás,
con mi intolerancia y mis mañas,
no nos fue tan mal:
¡10 años!
Y no es que no fuera feliz
(siempre te quise, lo hago)
Es solo que mi yo,
mi ser,
también requería un cambio.
Y ahora te veo allí,
desde aquí,
y me resulta... extraño.
Adoro verte feliz
y hasta me emociona
expresarlo.
Mas, si volviera hacia atrás,
si acaso pudiese cambiarlo,
exhortaría mis ansias
para saldar los regaños;
para compensar en mi voz,
algún que otro tono…
"extraviado".
Te pediría perdón
y te agradecería…
¡tanto!
Mas no borraría la risas,
los juegos (¿delirios?),
los tantos
momentos de absurda razón,
de divertidísimos actos.
Y es que ya mucho cambió
desde aquel entonces
y acaso
hay algo que no ha de mutar
(que nadie puede anularlo).
Podrán llamarte Ingeniero,
alguno te dirá Señor.
Entre tanto,
porque lo quiso el azar
hace ya “algunos” años,
presumo al poder decir,
que puedo llamarte hermano.




Junio de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lucrecia, papá Rubén

"Lucrecia, papá Rubén", dijo de repente una voz familar, a través de un número deconocido, junto con un tanto enigmático "no ...